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Mostrando las entradas de 2017

Otra vez

Me senté al lado de ella antes de que se fuera. Hacía un fresco rico en Monterrey, nada que ver con el horrendo aire glacial de Madrid. Mi padre estaba terminando de limpiar la cocina y nosotras nos habíamos dejado caer en el sofá.  La sala olía a hoja de tamal recalentada, café con leche y cera de vela. Crucé los brazos encima de mis pechos y me acurruqué contra su cuerpo. El suéter negro que llevaba puesto olía a humedad y polvo. Nunca he sabido bien a que huele ella, tal vez porque de ella no me atrae su aroma, sino lo que me hace sentir.  Nunca se lo he dicho, pero me siento protegida, mimada, como si sus abrazos pudiesen borrarme todas las heridas y un roce de nuestros cuerpos me llevara a tiempos más felices. La quiero mucho, carajo, la quiero mucho.  Pero no puedo dar otro paso en falso, no quiero formar promesas que no se van a cumplir, no porque no quiera; es que los kilómetros y el mar son demasiado.  Así que me conformo con tenerla por un...

Planta

La noche de nuestro primer aniversario, Antonio derramó su copa de vino sobre los chiles en nogada.  Agarré una servilleta p ero mi amor ya estaba limpiando los restos del vino derramado y no me atreví a interrumpirlo.  Era tan atento, mi amor bello.  Nos habíamos conocido en el funeral de mi tía Norberta, él llevaba su traje de divorciado impecable y yo mi vestido de luto recién planchado. Mi amor se volvió a sentar a la mesa; le sudaban las manos y la frente le chorreaba como si hubiese corrido dos kilómetros sin parar. Pobrecito, mi amor.  A veces me preocupaba ver como iba perdiendo el color y le temblaban las piernas cuando caminaba. Pero el médico dijo que no era nada, que era el hombre de cincuenta años más sano que había atendido. Entonces, cuando por fin le dejaron de sudar las manos me levanté de la mesa para ofrecerle una taza de tecito; porque bien raro, tía Norberta tenía un jarrón lleno de florecillas blancas con bolitas espinosas y desd...

Cosas que no tienen nada que ver

No puedes, lo sabes. Encapricharte de nadie.  ¿Y que me dices de la extraña del cabello largo?, esa que te sonrió y tú le devolviste la sonrisa. Bueno de ella sí. ¿Y? No, no abuses, no la saques a tema, lo tienes prohibido, mejor dicho, lo tenemos. Porque me envenenas con tus locuras y no hay nadie quien me cure luego. Pero, ¿te gusta? ¿Que cosa? Eso. El corazón acelereado, las manos sudadas, los secretos. No.  ¿Y que me dices de sus ojos?, ¿no te gustan? Ni siquiera sabes de que color son en realidad. Entonces su pelo, debe de gustarte. Es del montón. Y su cuerpo, ¿no es precioso?, sus caderas y pechos son ideales. Y los escalofríos, esos me gustan, son mi parte favorita. También el suspirar por ella, porque sabes que no está a tu alcance, sabes que solo la tendrás de lejos.  Tienes razón, solo será de lejos. De lejos, sí. Sí, de lejos, todo se vuelve más seguro estando lejos.

Fragmentos

Tengo los ojos cerrados y aún así puedo verlo. El interminable camino morado. No tiene fin, tampoco recuerdo donde está el principio.  Estoy parada en medio del camino y siento un vacío, como cuando acabas un libro en una noche o ves una ciudad por la ventana de un avión, sabiendo que nunca volverás. No hay arboles, ni cielo, solo viento y una inmensidad morada.  Me pregunto si algún día seré como ellos, como el resto; con vidas interesantes y anécdotas que contar. Me pregunto si dejaré de ser este ser aburrido y monótono en el que me he transformado. Tan predecible, tranquilo y pasivo. Es imposible no compararme, estamos en plenos veintes y mientras ellos tienen sexo un viernes por la noche yo leo un libro; ellos tienen citas y yo salgo sola a caminar; se van de fiesta y yo me duermo temprano.  Prestó atención al camino morado

Canciones malas

Es una canción patética, de esas que jamás le dedicarías a nadie.  Pero vuelvo a vernos, a las cuatro. Nos veo riéndonos en el sofá, bailando al ritmo de esas tontas canciones. Tirando carcajadas para luego recordar que los vecinos las van a regalar por el ruido.  Y la veo a ella, con su melena color avellana y su figura de bailarina. Moviendo las caderas y haciendo el tonto, imitando las voces de los tipos que cantan.  Y yo me parto de risa, esa que no se esfuerza  porque entre a un mundo sin dar empujones, claro, por ti, pero entré. Y la otra, la de sonrisa de niña inocente nos señala mientras tararea la letra de la canción. Lanzándonos indirectas, porque “ay las amo, yo quiero, son goals” y yo me siento orgullosa de mi misma, porque se que soy la mejor novia del mundo; porque entre detalles, flores, huidas de madrugada para visitarte, me crece el ego al ver que la gente lo nota; que al final ser buena si es interesante.  Y por un momento congelo esa i...

11 días

Deslizo el dedo por la pantalla sin ver los mensajes. ¿Como lo hacen?, ¿no les incomoda?  Me fuerzo a ver la foto, porque estoy demasiado lejos para fingir que no me importa y porque a quien veo no es al abuelo.  Es ella, con su pelo corto, con su suéter blanco de triángulos azules. Veo una tarde de un mes que ya no recuerdo; también a mi yo de viente años leyendo ese libro de portada azul.  Levanto la vista del libro y me sonríe. Se que está sufriendo, se que le duele, pero siempre sonríe. Me pide que le saque una foto; le digo que no; insiste porque dice que quiere recordarse así, que le dará ánimos. Así que sacó el iPod de mi bolso y hago la foto.  Todos tienen la misma mirada, párpados caídos, como si fueses a echarse a dormir; la misma postura, como si ese estúpido sofá amarillento no estuviese lleno de almas, de recuerdos, de gritos reprimidos y restos de vomito.  Como si la mitad de los que sentaron ahí no estuvieran muertos.  ...

Por encargo

Este cuento lo hice para el mejor amigo de uno de mis primos, que está en Colombia. Nunca nadie me había pedido algo así. Me puse muy nerviosa cuando lo estaba escribiendo, jajaja en fin. En esto resultó.

Sin edición

Ahora entiendes. Sus ojos de caleidoscopio te desarman.  Ese pelo rizado, otras veces lacio y unas cuantas inexistente te hacen detenerte a mirar; unos segundos de mas, los suficientes para que ella no te descubra.  Es que es tan bonita, tan guapa.  La forma en que le sonríe a sus amigas, como se le iluminan los ojos por un chiste que leyó en tuiter o la cara de traviesa que hace al ver a un extraño leyendo su libro favorito.   Así es ella; son ellas.  Ese mar de perfumes en el vagón del metro, esos labios que sirven de lienzo para jugar.  Te gustan así; en sus modos de vestir, en tacones o zapatos, en pijama, con abrigo y vestido. Imperfectas, valientes, no temen nada, ya no esconden las Amazonas que llevan dentro.  Imposibles, piezas de arte, tus noches estrelladas y habitaciones en otros rincones del mundo.  Podrías besarlas, a cada una; recorrerles la cara con la punta de los dedos, besarles el pelo, morderles la piel. Enc...

Sábado

Estamos a varios kilómetros lejos de Madrid.  La Van golpetea contra el asfalto, mientras los paisajes de Castilla me saludan.  Dos pseudo amantes no declarados charlan en los asientos delanteros y yo miro por la ventana, convenciéndome de no pensar en ti.  Mi mente vuela entonces hasta la ciudad deseada, esa donde hay magia y hadas. Y pienso también en casa, en la carretera a Laredo, en las lluvias de Septiembre y en el caldo de pollo de la abuela.  Lloro niebla en silencio.  Porque te estás yendo; me voy desintoxicando. De ti y tus lunas, tus lunares y estrellas. Se van alejando los besos, las promesas, las fotos y las risas; son espectros, ecos, recuerdos.  Ya no duelen tanto las polaroids guardadas al fondo del cajón, ni tu ropa guardando humedad en mis maletas. Más risas de los amantes imposibles, creo que también he empezado a llorar por ellos. De pronto Gotye ha empezado a cantar, y yo cierro los ojos para fingir que due...

Son las diez

No recuerdo cuando es que Mamá se volvió tan pequeña. Lo que sí recuerdo son las mediodías luego del colegio. Ella estaba con los brazos cruzados en el marco de la puerta; llevaba su delantal rojo a cuadros y un vestido del verde del pasto seco. Me veía entrar y hacía a un lado la rejilla de la puerta, esa que no quitaban a pesar de que mis primos y yo ya no eramos bebés. "A ver mamita, deme un beso" decía agachándose para que la saludara con mi torpeza de siete años. "Tengo hambre" contestaba yo. "Hice caldito de res con verduras y arroz" Todo era tan simple, mi mundo giraba en torno a una casa antigua de color naranja. Vivía jugando en la sala con sus sillones viejos, la cocina setentera y el cuarto de Papá que era como un mundo secreto. Luego estaba el patio de las plantas y al final la habitación compartida, esa que se volvió mi estudio privado para hacer tareas. Ahora veo a Mamá y es como si tuviera frentre a mi al tiempo mismo. Veo ...

Leo

El primer recuerdo que tengo de mamá es el día que me dio leche fría. Llevaba días sin comer y no podía ni hablar; tampoco movía bien mis piernas y todo en mi era frágil. Lo que más me gustó de ella fueron sus ojos, que son grandes como los míos. Estoy preocupado por mamá. En las noches se encierra en su habitación y no juega conmigo. A veces me acerco a la puerta para ver si escucho algo y a veces me asomo por debajo para llamarla. Un día mamá me empujó del sofá porque no me quería cerca, dijo que le traía recuerdos, pero la perdoné porque luego me dio besos en la frente. Mamá llora mucho. A veces tengo que abrazarla todo el día para que se sienta bien, aunque luego se le olvida darme de comer por pasar todo el día acostados en el sofá. Cuando sale por las tardes me siento feliz, porque se pone ropa bonita y se llena la cara de colores. Extraño que cante y que sonría, también extraño que la casa no huela a basura. Hoy mamá no se ha levantado, tampoco ha parado de llo...

Inso

Mis noches no son normales. No es el típico insomnio aburrido. Es estrés, ganas de drogas preescritas. Porque es irónico; ¿me explico? que te retiren la droga cuando más sientes que te estas desmoronando. Porque mi terapeuta dice que es tiempo y me ayudará a estabilizarme. Y yo solo veo un día más tachado en el calendario. Veo cajas de maquillaje nuevas, bolsas de Sephora vacías, ropa con la etiqueta sin quitar y el par de fantasmas de los que te hablé la última vez. Eso es lo que no me permite dormir. Escucho como se hablan; tal vez sean secretos o estén hablando mal de mi. Quiero decirles que por favor se marchen. Pero me siento gato cuando lo intento, porque las palabras se agolpan como una bola de pelo que no puedo vomitar. Y me tumbo en la cama, sin esperanza, sin remedio. Mis ojeras no son bonitas, me avergüenzo de ellas, porque ni mi maquillaje de hora y media ayuda a espantarlas. No me hagas caso, es que llevo horas sin dormir. Espero que tus noches estén l...

Qu1d6

Me queda una flor seca de recuerdo.  También una tarjeta con tu nombre y la cajetilla de cigarros sin abrir que está encima de mi mesa.  Quedaron palabras fluyendo sobre el papel y desvelos con tu nombre; cicatrices nuevas por toda la ciudad que aún no empiezan a supurar.  Polaroids infinitas, libros prestados, un cepillo de dientes y pijamas olvidadas.  Consejos de maquillaje, técnicas de besos perfectos y "background stories" personales.  Me queda, igualmente, un poco de dinero para arrancarme las cejas y pintarme unas nuevas; hacerme un expansor y esperar que sea una ventana miniatura a otro mundo.  El gato naranja que se me acurruca en el cuello cada vez que lloro y me pone la patita en la cara cuando ve que llevo cuatro noches en vela.  Por último, aunque sea poca cosa, me quedan varios números. 

Pregunta

Mi terapeuta me preguntó que era eso en lo que no me quería convertir.  Quise escupirle en la cara. Desee gritarle. No quería ser un día, ni un par de horas; tampoco un instante y mucho menos un verano.  Estaría loco si deseaba ser una flor, una estrella fugaz, una canción o un copo de nieve. Un párrafo, un re menor, un guiño o una sonrisa. No.  Yo quería ser el océano, una montaña, soñaba con ser aire, con ser el sol; quería ser fuego, un diamante. Pero la voz no me salió, no tuve el valor de escupirle a la cara.  "No lo sé" le dije "estoy cansado de ser yo mismo".

M

Mamá siempre decía que eramos historias. Que los humanos, cuando nacíamos, estábamos llenos de palabras; sueños, hazañas, miedos y dudas; preescritos por algo más grande que nosotros. Madre también decía, que nuestras historias nos hacían únicos, hacían que otros nos quisieran. Pero todo eran mentiras. Y sé que lo son porque me veo al espejo y me devuelve la mirada un chico de cabello largo, con ojos demasiado grandes y labios pequeños. Veo sus ojeras color tormenta y la barba musgosa que le empieza a salir. No hay párrafos, ni páginas, tampoco puntos o comas. Aunque me gusta asomarme al espejo un buen rato; porque aparece lo real: palabras, hojas rasgadas, manchas de tinta y rayones. La piel del muchacho reflejado en el espejo chorrea letras. Sí, mamá estaba equivocada, no somos historias; somos fragmentos.

R

(Doce) No creía en que se te llenaban los pulmones de recuerdos y los ojos de hojas secas de otoño. (Una) Me burlaba de Marianne y de Darcy; anticuados, demasiado pasionales. Pensaba que cuando algo se rompía debía ser una taza, un hueso, una pluma y no el corazón. (Dos) Morfeo no aparece. No sé que hacer. (Tres) Cambiaba de tiempos; porque nada tiene sentido. Ni las sorpresas, ni las horas, ni el llanto, ni la flor seca guardada en un cuadro; menos los restos de tequila en la cama, ni las tristezas dobles, ni el hogar. (Cuatro) Porque no se entiende. Porque se apaga, los laureles nunca se fueron, estaban al acecho. (Cinco)  Y mareos y vómito y saliva y lágrimas. Una película a medias y vasos de jugo de naranja por la casa. (Seis) No creía en eso. En que a la gente se le rompía el corazón. Sigue llorando. Porque está enamorado. (Siete) Porque quiere (sigue queriendo), una vez más: aquello que no puede tener.

N

No. No podré. Ni quitar las flores de mi piel Ni grabarme otro primer amor. No, no podré. Fingir que sé escribir alejandrías o analizar romances. No dormiré en mi cama el siguiente mes. Porque hay un par de fantasmas que duermen abrazados y no los quiero despertar. Tampoco podré ir al Retiro, porque hay dos luces en mi sitio favorito y me duele su resplandor. Lo que quiero es ignorar el aroma a laureles que inunda mi piso. Deseo rezarle a Eros y que cuando aparezca pueda cortarle las alas. Pero no. No podré. Ni dejar de ser hija del sol. Ni evitar que la maldición de Apolo se cumpla.

Agosto

Te sentaste al borde del asiento y la viste.  Su melena rebelde, esos rizos que lanzaban destellos dorados en las puntas, ahí donde el sol de verano se lo había aclarado.  Era el final del solsticio y el calor de Agosto te hacía gotear hasta por los antebrazos.  Más bien era su danza. Sus ojos cerrados, labios entreabiertos y una sonrisa a medio camino; te hizo sudar el movimiento de sus caderas, la risa que lanzaba cuando chocaba el cuerpo con el del resto.  Podía ser tuya, lo sabías, un sencillo empujón bastaría para tomarla por las caderas y acercarla a tu cuerpo. Un simple susurro en su oreja y un par de besos en el cuello que la convencerían.  Sí, era una reina. Lo supiste estando sentado al borde del asiento, en el momento en el que te convenciste de dar el primer paso. 

Co-incidencias I

La mañana que tomaste el metro treinta minutos antes te topaste en el vagón con un chico que llevaba una playera de Metallica.   La semana siguiente despertaste temprano y lo volviste a ver.  Marte, como le llamaban sus amigos, siempre tomaba el metro de la línea cuatro una parada más lejos de lo que debería; porque le gustaba escuchar música en si iPod y sentir que era parte de uno de esos videos de música cursis; aunque si era uno de Aerosmith no contaba como cursilería.  El viernes en la mañana se te hizo tarde, tanto que la puerta del metro casi te aplasta el tobillo cuando entras.  Nadaste contra los cuerpos de paja a tu alrededor y pistaste a alguien sin querer.  —Perdona —dijo la chica de cabello corto— es que con tanta gente es imposible moverse.  A Marte le hizo gracia aquella chica, con ese corte y sus ojos grandes parecía un niño de internado victoriano.  Era el chico de la otra vez, el de la playera de Metalli...

Ciencias

No soy poeta, mucho menos científico; no sé de rimas ni alejandrías, tampoco de átomos y ecuaciones. Podría decir que no sé nada de la vida. Podría decir que lo he aprendido todo. Lo que sí sé: es que soy es un ser humano; también amante; sé de dolor y experiencias, de besos y horas en vela. Sé encontrar en tus ojos dudas y aplacarlas, escuchar estática en tus pensamientos y hacerte reír para sintonizarlos. No soy un científico, ni psicólogo, ni sacerdote, ni filósofo. Aún así, te ofrezco lo que tengo: mis días silenciosos, esos donde lloro y escucho canciones tristes porque si. También mis días arrebatados, donde te muerdo tanto los labios que acaban rojos; mis días mimados e irritantes, mis momentos de enfado y melancolía, te entrego, si quieres: quien soy. No soy un mago, mucho menos un adivino; no sé de hechizos o maleficios, tampoco de visiones pasadas y futuras. Podría decirte, mi amor: te quiero.

Noche de eclipse

Estás noches me gustan; a su lado son un deleite.  En noches como esta ella hace que mi pulso se acelere. Hasta puedo sentir los latidos de mi corazón cantando en mi pecho y retumbando en mi almohada.  No es secreto que esta es un sustituto temporal. Porque su cuerpo junto al mío me hace falta al dormir. Y moldeó la almohada a mi gusto y casi puedo sentir su cintura; falta poco para dibujarle las caderas con la punta de mis dedos.  *** También las noches como esta me gustan.  Donde las dudas se anidan dentro de mis orejas y el miedo me taladra el corazón. Noches donde la oscuridad se me pega al cuerpo y sudo frío a pesar de las sábanas que tengo encima.  El deleite sigue, no te confundas. Porque en su voz escucho verdades y en sus suspiros me llegan besos. Su risa espanta las dudas y sus promesas escudan mi corazón.  Sí, me gustan las noches hechas mañanas y las tardes de madrugada. Me gusta el cliché del claroscuro y el que...

3(e)

Son las veces que nos giramos en la cama antes de besarnos por primera vez.  El día en que decidí que el catorce me dejaría sumergir por mis impulsos.  También; las semanas que me tomó encontrar libertad.  El título de esa canción que me hace pensar en ti; aunque creas que es muy cursi. Las veces multiplicadas al infinito en que te repetiré que te quiero; que aquí estoy; que no me importa tomarte de las manos, verte directo a los ojos y calmar la tormenta invisible que baila en tu interior.  La memoria de una despedida.  Un presagio de buena suerte.  Las despedidas antes de ir a dormir.  Los pétalos de los siete tulipanes juntos.  Si lo giras, es el número de la cuenta regresiva original. Trece: son los días que faltan para volver a besarte.  Trece: las hojas que le quedan a mi libreta; esa donde te dedico escritos poéticos. Trece, ya solo trece.

Insomnio

A veces quisiera tener las respuestas a todo. A mi mente. Mi futuro, y el corazón. Quisiera poder abrirme el craneo y analizar cada uno de mis pensamientos. Aunque sé que el cerebro es masa y no podría ver nada. También, a veces, quisiera abrirme el pecho y ver si los girasoles del corazón se me han encarnado; menos mal que a ellos no les crecen nunca espinas. Luego de cerrarme el pecho, entraría a un cuarto oscuro y esperaría a que los tatuajes de laureles aparecieran en mis muñecas y tobillos. Porque Eros es un desgraciado; un vil hijo de puta. Y yo soy como el dios del sol: pasional y excesivo; y la maldición de Dafne vive en mi. Así que cuando los veo, esos grilletes disfrazados de naturaleza...me resigno. Porque llevo una maldición desde que nací, mis vidas pasadas me la heredaron. Me pregunto si cortarlas pondrá fin a tanto dolor; o quizás solo provoque un destino peor a mi alma reencarnada.

Sabores

Cierro los ojos y te vuelvo a sentir. Tus brazos alrededor de mi cuello y mis manos tocando tus caderas. Bonita, mi princesa, a veces me asusta confesarte todo lo que me provocas. Tus besos me saben a coco, vainilla y segundas oportunidades. Al pasar mi lengua por tu labio inferior el tiempo se detiene. El reloj marca las cuatro y treinta de la mañana; Madrid me regala su silencio y nuestra respiración agitada retumba entre las calles. La gente se desvanece, la música se apaga y en silencio le pido al dios Apolo que detenga la salida del sol. ****  Porque de noche mis deseos se encienden silenciosos, se pegan a la punta de mis dedos y se deslizan entre mis piernas. Las gotas de sudor me resbalan por la espalda y mis sábanas acarician mi piel; a falta de ti y tu presencia, a falta de tu aroma impregnado en mi cama. **** Ya amanece, mi bonita, te dejaré dormir. Mañana volveré a dejarte besos en el cuello, me encontraré a tu lado y te preguntaré qué tal has dorm...

Permiso

Princesa, ¿me dejas hablar de ti?, solo esta noche, lo prometo. Porque pasa que extraño tus ojos de medialuna y tus labios de mandarina. ¿Me das permiso, princesa? prometo no hacerte sonrojar mucho.                                               **** Se los digo en serio. Quien la conozca se quedará pasmado por su sonrisa; una de esas que recuerda al amanecer en la playa. Y una vez que la oyes reírse ya estás enamorado. Porque la princesa se mueve con gracia y se las ingenia para mantener un porte seguro. Preocúpate cuando te sostenga la mirada, porque no podrás sacarte del pecho esa sensación de frescura que te deja en el corazón. Y la princesa... Mi princesa de cuento... Mi chica con ojos de constelación... Logró que me enamorara de ella.

Cristal

Mi espalda desnuda contra la franela de mis sábanas trata de arrullarme para dormir. Pero mi cabello se revuelve encima de mi almohada. Mi mano izquierda huele a ti; porque cuando hundo los dedos detrás de tu nuca y toco tus rizos me impregnas con tu olor. El fresco de mi piso no viene esta noche; me ha dejado bochornos y gotas de sudor que resbalan por mi frente. Dormir de esta forma es una tentación. Mi cuerpo se retuerce, en ratos empieza a gritarme que vaya más despacio, que faltan horas para volver a pararme de la cama. Y mis dedos se deslizan solos; recorren mis clavículas, el hueco en mi espalda baja y la curva entre mis piernas. Entonces aprieto los labios y ruego no morir como Ícaro. Porque toda mi habitación huele a las dos, aunque yo esté entre cuatro paredes, aunque luego me hago gato y me acurruco pensando que mis brazos son los tuyos y el aire que me falta me lo regresarán algún día tus besos.

Martes

Camino a casa no miré por encima de mi hombro para ver si alguien caminaba cerca de mi. Tampoco me detuve a tomar aire ni a bajarme el short que llevaba debajo del vestido. Hoy sentí ganas de correr, de sonreír, de reír y de ponerme a bailar como en esa película de Hollywood que vimos. También la piel se me erizó; no por el frío de Madrid, tampoco por la tristeza y mucho menos por las ganas de querer llorar; sentía el pecho lleno, no sé decir si lleno de hojas de laurel, petalos de girasol o canciones. Me di el permiso de imaginarme siendo feliz mientras recorría esas tres calles que me parecieron más. Pensé que tenia esperanzas, que con el tiempo y con paciencia al final las cosas me podrían salir bien, pensé que podría escribirte que yo también quería todos los desayunos de jupiter del mundo a tu lado; como Amoke y Ofelia. Imaginé una vela en el interior de mi corazón encendiéndose de nuevo, una vela dentro de una caja de cristal; para mantenerla vigilada y no dejar que se de...

"Remisa"

No me dijiste que al sentir sus dedos sobre mi piel me vendría una necesidad de abrazarla y no dejarla ir. Tampoco que su cabeza en mi hombro encajaría como una pieza de rompecabezas que se va armando. No me dijiste que estar enamorada llegaba de pronto. La parte divertida de estar enamorada es callarme que lo estoy y fingir que todo es normal. Porque entonces aparecen risas tontas, sonrisas dedicadas en silencio y ganas de echar a correr y bailar en la calle. Los insomnios comienzan a cobrar sentido y los golpeteos de mi corazón contra mi pecho me gritan que escriba y cante y grite. No me dijiste que estar enamorada de ella haría que las despedidas fueran difíciles. Porque se que puedo; por un momento en que el andén del metro está vacío; puedo saltarme las reglas y robarle un beso o los que me vengan en gana luego de soñarlos durante meses. Y digo meses, porque no me dijiste que estar enamorada pasaba incluso si no era correspondida. Tal vez agradezco que no me hayas...

Dos días atrás.

Cierro la puerta detrás de mi y suspiro. Suspiro por los besos que se quedaron atrapados en mis labios; también suspiro por ti, porque volver a tenerte cerca es un deleite. Y no puedo evitarlo, perdona si miro de más, pero tienes pasto pegado en la pierna. Te ríes de algo: ¿de mi?, tal vez de mis chistes malos. Paso la punta de mis dedos por tus muslos, que se mueven con tu risa. Escucho tus quejas; que deberías tonificar tu cuerpo; así estás perfecta, pero no te lo digo. Voy quitando las hojas verdes que se atreven a manchar tu piel. Eres suave como los pétalos de los narcisos. Suspiro al quitarme la ropa y meterme en mi cama; no esa donde alguna vez estuviste; no la he vuelto a tocar desde las noches que me la pase llorando. Solo me queda contemplarte, tenerte cerca, sin tocarte, sin pasar ese límite. No te voy a mentir, no me basta, no estoy conforme; quiero hundir las manos en tu pelo y besarte y volver a sentir que el corazón se me sale por las orejas; que mi pulso v...

Hace días

Si ella estuviera aquí le hablaría de ti. Le diría que en tus manos fui una pieza de legos; también que me sacaste de tu castillo de bloques tan fácil como el manotazo con que destruiste el castillo. Lloraría diciéndole que no soporto las cosas que me recuerdan a ti; Van Gogh, las palomitas con mantequilla, las salas de cine y ese solo de jazz. Diría lo mucho que odio imaginar sabanas sucias, manos recorriendo tu piel; y yo hundiéndome en el patio de tus recuerdos. Ella me dejaría abrazarla y llorar hasta quedar seca. "Aléjate", diría; quizás al final la que me enseñó a ser cobarde fue ella. Recitaría la línea dudosa de un poema olvidado: "Es tan corto el amor y tan largo el olvido". Entonces reiriamos; ella por mi dramatismo y yo por el sonido de su risa. Pero ella no está.

Jacintos mágicos

Siempre me he preguntado si tengo magia en mi interior. Cada cosa preciada que toco se marchita, se quiebra, se hace polvo. Quizás estoy maldita o quizás mi magia consiste en oscurecer las cosas buenas. Hace poco me entregaron una llave que estaba escondida entre mi cabello, me abrió la mente y los pensamientos me abrazaron; entendí, cambié, acepté. Aún así: estoy vacía. En balance, en paz, pero vacía. Y vuelvo a recordar como oscurecen las cosas que fueron preciadas para mi, como de la punta de mis dedos salen sombras que se alimentan de los colores y la luz. Solo me queda suspirar, exhalar la negrura de la que están inundados mis pulmones. Tomo el libro que está dentro de mi bolso y saco la rama de jacintos marchitos de entre las hojas. Siempre me he preguntado si tengo magia dentro de mi; porque los jacintos son las únicas flores que no se pudren cuando las toco.

Girasol nocturno

Te odio. Y ojalá pudiese decirlo con honestidad.  Busco excusas todos los días, en el frutero,  en el cajón de mis antidepresivos y también donde abandoné nuestras fotos.  Me esfuerzo, te lo prometo.  Pero no sé si es la mierda médica que me trago  cada mañana a las siete en punto o tu aroma a coco que me llega por las tardes.  No quiero definirte más,  ni dar pistas de quien eres.  Porque no vale la pena,  porque no gano nada y porque al menos,  entre mis letras  quiero que seas solo mía.  Y eso por decir,  pues no poseo nada en realidad.  Pero deja que hoy, en este momento, en esta noche que miro las flores que adornan tu piel;  que sonríes como si no fuésemos extrañas,  que tus muslos me susurran coquetos que los mire: deja que te sienta mía. 

Verdadella

Asi como estoy, medicada y con insomnio: vengo a hablar de ti. Porque se supone que la depresión te hace pensar cosas tristes; que te quieres morir, que no vales nada, que eres una molestia, un estorbo, un hueco buscando llenarse. Pero no, hoy mis letras quieren hablar de ti. De tu cara desmaquillada y con ojeras de color mora. De las muecas que pones cuando tienes sueño y la forma en la que sostienes el celular con las dos manos, luchando porque no se te caiga en la cara mientras tecleas de noche. Mis letras me piden que lo grite. Que te quise. Que te quiero. Que mejor me callo. Que no puedo mirarte a los ojos sin sonrojarme. Que no puedo pensar en ti sin echarme a llorar; porque siempre seré esta, la que te escribe, la que te anhela, la que no se abre a ser honesta. Seré aquella mujer asustada de enamorarse de otra. Me volveré un recuerdo, un negativo en los rollos de tu memoria. Porque se supone que la depresión te hace pensar cosas tristes, pero también te hace q...

foco

Afrontar  y         s  o l t a r es lo que tengo que hacer contigo. Huir como siempre no funcionó. El primer disparo dolió.  Será el primero de muchos por venir.  Pero debía apretar el botón.  Dejar la ventana o la puerta abierta. No para que entres, sino para que nos encontremos, nos hagamos conscentes de la existencia del otro.  Tú afuera o yo adentro, es perspectiva.  Y mis puertas ponen una cinta de "no pasar", de esas amarillas que ponen en las escenas de un crimen o un accidente de tráfico.  Y yo se que no las vas a cruzar  Gracias a mis errores.  Pero por algo se empieza, de una forma tenía que empezar a olvidar. volviendo a mirarte a los ojos escuchando tu risa, devolviéndote los gestos que me haces del otro lado de la calle o saludándote aunque me derrita en bochornos. Y si no mal recuerdo, por ahí en algún libro polvoriento de la...

caos

Puede que los extrañe  o puede que no, no sabría decirte.  Puede, también,  que me quite la cabeza  y la mande volando hasta Ámsterdam.  También, igual y en un ataque de locura,  me corto los pies y me sale una cola de sirena.  Puede, puede puede.  O puede,  que no pertenezca.  Que sea ciudadana del mundo.  No de España o México o Japón o Corea del Sur o Australia o los Países Bajos.  Entonces si se puede... que sea yo.  Mujer. Amante. Enamorada de los hombres. Enamorada de las mujeres de ella. Del imaginario.  Enamorada de las personas, no de lo que esconden entre sus piernas.  Puede que la que no está lo supiese.  "Es más que tu amiga" dijo una vez y yo lo oculté, le mentí.  Una muerta y una viva también tenían sus secretos. La viva los está gritando y la muerta se los llevó a la tumba.  Que sí, sí, sí,  Que sí, mamá: ella no es mi amiga.  No ma...

Ella

Lunas. Otra vez las medias lunas en sus ojos. En su carita bella, en ese acento que se le desliza rasposo sobre su garganta.  Otra vez ella, la chica del primer beso robado y los colores en su piel por la noche. Bonita. Perfecta. Ella. Tú. Esas son las palabras que vienen a mi mente cuando te veo.  Soy tan débil, tan obvia, tan cliché, que cuando te ríes me imagino deslizando la mano detrás de tu cuello, sintiendo como me roza la franela de tu camisa de cuadros; y me inclino a besarte y puedo sentir como sonríes. Me llega tu aroma a fruta y el sabor a mandarina de tus labios.  Pero no...soy cobarde, muy cobarde. Y me aguanto las ganas de decirte lo bonita que te ves, lo guapa que eres; lo mucho que extraño tus pucheros infantiles y tus voces de mimada; el ansia que me da volver a meter la mano debajo de tu blusa y acariciarte la espalda.  Aguanto las ganas de confesarte que me gustas más que antes. Soy una cobarde.

Jardín marchito

Los girasoles que prometí darte siguen floreciendo en mi pecho. No creo que pueda dártelos pues nacen marchitos. Ya no me crece un narciso en la costilla; ahora tengo los pulmones llenos de jacintos. Y aunque me da pena decirlo me temo que aún lloro tulipanes. Tú sigues ahí pintando. Pero yo ya no floto en el mar. Ya no veo los girasoles que planté para ti. Alguien llegó a sembrar rosales.

Ficciones impares

Nada de esto es real, nunca pasó. O puede que sea un secreto, un chisme, un recuerdo.  O puede que, como ya he dicho: esto no sea real. Veo a una chica andando por las escaleras. Tiene el cabello debajo de los hombros y lleva una chaquetilla roja. Veo a Rosana diciéndole que si es emo por el delineador negro que lleva ese día y que esa misma mañana la había hecho sentir bonita. Escuchó los susurros: "Se acostó con él". "Es una zorra. Una puta". "Sí, a mí también me contaron. Pobrecilla, esta obsesionada con él". La veo a a ella; no a la chica de la chaquetilla roja; a la otra, de la mano de él. Los miro y pasó de largo. Veo a los que eran mis amigos, de nuevo escucho susurros. Me veo sentada en el último piso de la prepa: ese donde nadie tenía permitido subir. Observo a todos desde arriba. Veo a mi madre preguntándome que me pasa y yo solo lloro. Sabía dónde se había ido a meter. Les mentí a mis padres, a mí misma, a los psicólogos. Pen...

60 días

Lo último que recordaba era que me había quedado dormida boca abajo en el sofá de mi piso. Cuando abrí los ojos, estaba en la habitación de mi tía Ruth; no podía ser otro lugar. El colchón firme y las sábanas blancas con florecillas de color rosa adornaban la cama. El abanico de techo con su clásico “tah tah tah” al estar girando. Las cortinas estaban corridas y no serían más de las tres de la tarde. Llevaba puesta una blusa blanca con flores bordadas en el pecho y unos pantalones cortos de mezclilla. Iba descalza y cuando me enderecé de la cama buscando mis chanclas, no las encontré. “Es cierto”, pensé “en verano me gusta andar sin zapatos y Mamá siempre me regaña”. Salté de la cama y abrí la puerta de color café. Sí, estaba en casa de mis abuelos. Frente a mí se encontraba la habitación de Mamá y Papá. La puerta corrediza del balcón estaba abierta y las cortinas transparentes bailaban al dejar entrar el fresco. Afuera se escuchaba el rumor de las ...