Co-incidencias I
La mañana que tomaste el metro treinta minutos antes te topaste en el vagón con un chico que llevaba una playera de Metallica.
La semana siguiente despertaste temprano y lo volviste a ver.
Marte, como le llamaban sus amigos, siempre tomaba el metro de la línea cuatro una parada más lejos de lo que debería; porque le gustaba escuchar música en si iPod y sentir que era parte de uno de esos videos de música cursis; aunque si era uno de Aerosmith no contaba como cursilería.
El viernes en la mañana se te hizo tarde, tanto que la puerta del metro casi te aplasta el tobillo cuando entras.
Nadaste contra los cuerpos de paja a tu alrededor y pistaste a alguien sin querer.
—Perdona —dijo la chica de cabello corto— es que con tanta gente es imposible moverse.
A Marte le hizo gracia aquella chica, con ese corte y sus ojos grandes parecía un niño de internado victoriano.
Era el chico de la otra vez, el de la playera de Metallica, no tenías duda. Empezaste a hablar de lo lleno que iba el metro; tú y tus clichés baratos. Él habló de lo mucho que le gustaba Van Gogh y te preguntó cómo habías conseguido una mochila con la pintura de "La habitación en Arles".
Marte empezó a hablar acerca de La casa azul, su gato llamado Leo y su obsesión con las camisas de sus bandas favoritas. Cuando faltaba una estación para que bajara, la chica ya estaba sacando una hoja de libreta y anotando algo con rapidez.
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