Confesiones incómodas a Mamá
Ya lo sabes: te extraño. Sobre todo cuando nos quedábamos hasta tarde platicando en mi cuarto.
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Hoy te quiero escribir, pero te prometo que no voy a llorar.
¿Sabes? estaba pensando que
las dos vivimos de recuerdos. Aunque me pregunto si donde tú estarás también se
recuerda. Me pregunto si pensarás en mí y si me extrañas; me pregunto si
volviste a nacer para vivir la misma vida o no.
Hay muchas cosas que
quisiera preguntarte.
¿Por qué mientras más vieja
me hago es más difícil para mí hacer amigos? Lo sé, lo sé, no soy tan vieja,
pero como leí hace poco en un libro: las formas de vida orgánicas se me están
dando cada vez peor. A menos que se trate de gente que comparte mis gustos
ridículos.
Ojalá pudiera hablarte de
cosas que siento, de las personas que me rodean y lo que siento por ellos.
Ojalá pudiera decirte sus nombres, contarte sobre sus ojos, su sonrisa y lo maravillosos
que son; ¿que fueron? no, que son.
Sí, siento cosas, pero me freno y ya lo hice
dos veces. Y es que no vale la pena, ¿sabes? no lo valen o no lo valgo yo;
porque sé que me voy a ir, tengo que volver a casa y no por unos meses bonitos
voy a soportar el peso de perder a alguien, no de nuevo. Mi corazón no está
listo para perder a nadie más, no por ahora.
En uno de esos casos hice trizas
todo, lo guardé en el bote de basura de mi cerebro y ya está. En el
otro…digamos que lo pensé y lo sigo pensando mucho, pero la única opción que
tengo es tomar esa bolita de estambre de color rosa que son mis sentimientos y
ponerlos bajo llave.
Créeme, es lo mejor, siempre es lo mejor ocultar lo que
siento, todo eso siempre me sale mal.
También escribo para decirte
que sigo pensando en lo injusta que fuiste. Me dejaste sola, mujer, sola con
letras mayúsculas. Tanto así que cuando tú te despediste y yo también me fui,
alguien me borró de la historia y empezó una nueva vida. Vaya mierda. ¿Y lo
peor? Que yo me iré de un país donde no tengo nada para volver a ese donde me
crié; al menos ahí tengo a tu familia, que también es la mía y a la familia que
escogí: que son mis amigos.
Madre, ojalá la gente
desapareciera, a veces no los soporto.
Otras veces quisiera tener a
alguien a mi lado, pero ambas sabemos que eso no va a pasar. Bueno, al menos es
lo que yo sé. Me da miedo volver a casa y no tener nada,
Madre; es horrible
sentir que soy huérfana; huérfana de ti, de él y de la vida que creamos, de la
familia que fuimos.
Yo no quiero a nadie que no
seas tú.
A veces creo que voy a
crearme una hostilidad en contra de lo psicólogos, ya no confío en ellos.
Madre, ¿también a mí me van
a desechar como a ti?
Madre, ¿Por qué los humanos
somos tan reemplazables? ¿Por qué nos enseñan que somos seres únicos e
irrepetibles en el catecismo de ocho a nueve de la mañana, solo para que otro
ser humano nos olvide?
¿Por qué la gente se empeña
en cambiar mi forma de ser? Tus creencias y enseñanzas nadie me las va a
quitar, ni siquiera los psicólogos, eso nunca.
Lo siento pero yo no pienso
como tú.
A mí déjame la versión
romántica de las cosas, esa en la que los padres normales esperan años antes de
volver a salir con alguien más. Esa donde la otra persona muere meses después
de que su pareja murió.
Aunque no sea cierto, ni lo
más sano, ni lo más inteligente, déjamelo a mí.
Por eso te digo, a veces
quisiera que la gente se esfumara. Por eso lo evito; evito querer y evito
sentir. Porque nada es seguro y los sentimientos o se van o se deforman o son
falsos y no sé cuál de esas opciones es peor.
Antes de terminar de
escribir te diré algo: déjame guardarme el sentir cariño y amor por alguien.
Porque me da miedo y porque es lo mejor.
El amor mejor se lo guardo a
tu familia, la mía y a ti.
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