Mensajes sin sentido
Y aquí estoy; extrañamente feliz y renovada, como si me hubieran pulido hasta la medula y reluciera como un trozo de oro puro.
Me palpita el corazón, corre a mil por hora. De nuevo los caracteres me provocan, ¿quién eres?, ¿el de siempre?
Me imagino dando vueltas por ahí como Eliza Schuyler, cantando lo enamorada que está de Alexander luego de haberlo visto a los ojos.
Entonces todo cambia, el escenario y la epoca. George Harrison le canta a una chica lo mucho que le gusta y lo mucho más que ella también lo quiere.
Y perdón pero me paro de la cama y doy brinquitos tontos, porque tu vales la pena, asi en silencio, en mi mente y en mis labios mordisqueados de tanto frenar mis gritos de felicidad. Sí, vales la pena; con todo y que quizás todo esto resulte en otro desamor, en otra negativa y otra historia sin final feliz.
Y es que aja, hombre. Así me gustas, todo tú; tu sarcasmo tonto, tu forma pesada de molestar; también tu preocupación, tu dedicación y pasión por lo que haces, por tu trabajo y lo que te propones.
Y admiro tu fuerza, tu resistencia; de quedarte en silencio durante meses y no decir lo que flota entre ambos a miles de kilometros. Sí, también me gusta tu lado romántico y de poeta, me gusta que aceptes mis cumplidos; y es que compréndeme, estaba aterrada, pensé que actuarías distante, burlón.
Una parte de mi, ahí en lo más sombrío y frió de mi alma me dice que no confíe, que me ande con cuidado en el carbón a medio enfriar. Me dicen las voces que me calme, que me gire en la cama y me duerma de una vez.
Pero me palpita el cuerpo, me derrito entre palabras de color negro, ocho horas que nos separan y un mar que se ve infinito
Me palpita el corazón, corre a mil por hora. De nuevo los caracteres me provocan, ¿quién eres?, ¿el de siempre?
Me imagino dando vueltas por ahí como Eliza Schuyler, cantando lo enamorada que está de Alexander luego de haberlo visto a los ojos.
Entonces todo cambia, el escenario y la epoca. George Harrison le canta a una chica lo mucho que le gusta y lo mucho más que ella también lo quiere.
Y perdón pero me paro de la cama y doy brinquitos tontos, porque tu vales la pena, asi en silencio, en mi mente y en mis labios mordisqueados de tanto frenar mis gritos de felicidad. Sí, vales la pena; con todo y que quizás todo esto resulte en otro desamor, en otra negativa y otra historia sin final feliz.
Y es que aja, hombre. Así me gustas, todo tú; tu sarcasmo tonto, tu forma pesada de molestar; también tu preocupación, tu dedicación y pasión por lo que haces, por tu trabajo y lo que te propones.
Y admiro tu fuerza, tu resistencia; de quedarte en silencio durante meses y no decir lo que flota entre ambos a miles de kilometros. Sí, también me gusta tu lado romántico y de poeta, me gusta que aceptes mis cumplidos; y es que compréndeme, estaba aterrada, pensé que actuarías distante, burlón.
Una parte de mi, ahí en lo más sombrío y frió de mi alma me dice que no confíe, que me ande con cuidado en el carbón a medio enfriar. Me dicen las voces que me calme, que me gire en la cama y me duerma de una vez.
Pero me palpita el cuerpo, me derrito entre palabras de color negro, ocho horas que nos separan y un mar que se ve infinito
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