A ti: el libro favorito.
La música simula una vieja
radio de los años ochenta y yo me siento en el sofá junto a mi ventana.
Hoy llueve en Madrid y mi
refugio son los libros y el viejo suéter color beige que me regaló mi abuela
cuando tenía quince años.
Sobre la mesa me esperan
mensajes sin contestar, una taza de café hirviendo y un vaso de yogur griego. El
vocalista de esa vieja banda que tanto te gusta habla de cielos azules, días
fríos e infiernos. No sé si pasan de las nueve de la noche, quizás es temprano
para las confesiones y las preguntas.
La voz rasposa canta sobre
dos almas perdidas nadando en una pecera, ¿eso seremos nosotros? Paso la mano
por el vidrio de la ventana. El cielo ha comenzado a despejarse, la lluvia
sigue: que raro, ¿se puede llover sin nubes en el cielo? Tal vez es un misterio
más a mi lista interminable. Aunque siendo honesta el misterio que se encuentra
en el primer punto de mi lista eres tú.
Tomó la taza de café entre
mis manos y me caliento los dedos.
Hasta ahora hay cosas que
sigo sin entender. ¿Serán esos silencios eternos una forma de defenderte?, ¿será
la lejanía de nuestros ojos lo que te impide hablar con la verdad?
El aroma del café me
encanta, bebo un poco y me quemo la lengua. Creo que te pareces un poco a mi
café. Me acercó a ti y me haces daño, pero vuelvo, regreso a probarte y aunque
me hieras una vez más, vuelvo a donde comencé.
No te puedo mentir. He
tratado de olvidarte. Empezando por la ignorancia y pasando a mil y un razones
por las que debería superar este sentimiento. He visto otros ojos, me gustaron
otros colores, me llenaron de palabras lindas pero no fueron nada más que
ilusiones pasajeras. Y yo tampoco sentía nada, nunca dije nada, me quedé en
silencio. Claro, me hicieron daño, pero eso siempre corremos el riesgo de
pasarlo.
Releo las palabras, no son
nada más que imágenes digitales, caracteres estáticos y artificiales. Ojalá
algún día me las dijeras, ojalá pudiera escuchar como recitas lo que escribes;
aunque no sea para mí, ni sientas nada por mí.
Los golpes de realidad he
aprendido a lidiar con ellos. Duelen menos y no hago más que resignarme.
Ha parado de llover y mi
café ya no hierve.
A quien sea a la que le
dedicas esas palabras, la envidio tanto. Quisiera poder verla y decirle lo afortunada
que es, decirle lo feliz que será y lo mucho que le saldrán arrugas de tanto
reírse contigo. Le diría que no fuera tonta, que viera más allá de tus ojos,
esos que me gustan, pero evito mirar tus fotos para que me atrapen más de lo
que lo hicieron…y lo siguen haciendo.
Dicen que si las personas se
aman en silencio y son pacientes es que están destinadas.
Mis compañeros intelectuales
y realistas me matarían si leyeran lo que acabo de decir. Pero es verdad, para mí
es verdad, para los que creemos que las casualidades no existen y un ser más
poderoso nos tiene ya algo preparado: es verdad.
Vuelvo a poner la misma
canción. ¿Serán tus silencios una manera de que la lejanía duela menos?, ¿será
tu forma de no frenarme vivencias y no hacernos ilusiones?, ¿se puede querer a
la misma persona por más de dos años sin que te correspondan?
Esos momentos me alegran,
¿sabes?, esos en los que una chispa diminuta se enciende en mi corazón y me da
esperanzas. Me sacas sonrisas y risitas
tontas, haces que se me acelere el pulso y me den ganas de estar pegada al
teléfono.
Pero insisto, no te
entiendo. ¿Podemos o no podemos?
Me he terminado la taza de
café y abro la ventana. Mi sala se llena del olor a tierra mojada y me envuelvo más en mi suéter.
Ninguno de ellos es cómo tú;
ellos son como burbujas, ilusiones que duran un instante y no dejan nada
detrás. ¿Y tú?, oh, tú…eres como el libro que no importa cuántas veces lea o
cuantas veces repita sus frases, nunca me canso de tenerlo entre mis manos y
regresar a él.
Me apoyo en el alfeizar de
la ventana y observo Madrid en silencio. Escucho el rumor de los autos, las
voces de mis vecinos apagándose poco a poco. “Tac, tac, tac” hacen los tacones
de las chicas que pasan por la calle de enfrente. “Dzz, dzz, dzz” mi celular
vibra sobre la mesa.
Seguro si escucharas todo lo
que pienso te burlarías de mí, me tratarías de forma sarcástica y me sonreirías
por compromiso diciendo: “tranquila, algún día alguien te querrá”. Y yo te diré
que es verdad; dejaré en visto tus mensajes y volveré a enterrarte en mi
corazón, hasta la próxima vez que escribas algo y yo lo vuelva a leer.
Hasta la próxima vez que me
permita recordar que aún te quiero.
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