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Tardepción

Con esto me quiero despedir de ti. Y cuando pienso en el tequiero (así junto) recuerdo que no se nada, no sé quién eres ni las cosas que pasan por tu cabeza. Príncipe despiadado, complejo de Hamlet, ¿quién te entiende?, ¿quién te oye?, ¿quién te lee? Veo como huyes de mí, la princesa de fuego, tus ojos se pierden. Cuando paseo por los jardines y me topo contigo te refugias en las sombras y el silencio dejándome con preguntas y frío en las manos. ¿Es porque mi corazón está remendado? por más que lo ocultes también puedo ver el tuyo, tu pecho lleno de constelaciones no sabe mentir. Por cada rincón que alcanzas vas dejando destellos, polvo de vía láctea. Te gusta enaltecerte en tu belleza, en tu ingenio, en tu soberbia. Oh, príncipe despiadado, príncipe infeliz. Si tan solo alguien te dijera que todo ese fandango no se lo traga ni tu Dios. Tu polvo de universo es frágil, apenas toca algo y se desvanece, por más que brille dura poco,  príncipe desconsolado, ya deja de...

Azul

Precioso. Eso eres. ¿Desde cuando tus pestañas son tan largas? ¿Te he dicho lo joven que te ves cuando sonries? Ultimamente el brillito extraño de tus ojos se había ido. No vale la pena, ¿sabes?  Ojalá pudiera prestarte mis ojos por una tarde. Asi sabrías lo guapo que eres, lo graciosa que suena tu risa, lo sexy de esa mueca tan particular que haces cuando algo no te gusta y lo tierno que te ves sonrojado. Fue un gesto rápido, sencillo.  Bajaste la mirada, reíste y tu rostro se encendió como una lucecilla de Navidad: por el centro y extendiéndose poco a poco.  Nunca te había visto actuar tan tímido, casi, casi, rozando la inocencia. Maldito, desgraciado.  No me vas a quitar lo que tengo.  No. No. No me vas a llevar por el camino azul cuando ya elegí el amarillo. No dejaré que esas pestañas largas, esa sonrisa de tonto y ese sonrojo adolescente me enamore de nuevo. Oh, principe herido, no tumbes el castillo qu...