Tardepción
Con esto me quiero despedir de ti.
Y cuando pienso en el tequiero
(así junto) recuerdo que no se nada, no sé quién eres ni las cosas que
pasan por tu cabeza. Príncipe despiadado, complejo de Hamlet, ¿quién te entiende?,
¿quién te oye?, ¿quién te lee?
Veo como huyes de mí, la princesa de fuego, tus ojos se
pierden. Cuando paseo por los jardines y me topo contigo te refugias en las
sombras y el silencio dejándome con preguntas y frío en las manos.
¿Es porque mi corazón está remendado? por más que lo
ocultes también puedo ver el tuyo, tu pecho lleno de constelaciones no sabe
mentir.
Por cada rincón que alcanzas vas dejando destellos, polvo
de vía láctea. Te gusta enaltecerte en tu belleza, en tu ingenio, en tu
soberbia. Oh, príncipe despiadado, príncipe infeliz. Si tan solo alguien te
dijera que todo ese fandango no se lo traga ni tu Dios. Tu polvo de universo es
frágil, apenas toca algo y se desvanece, por más que brille dura poco, príncipe
desconsolado, ya deja de torturarte.
Todos te alaban, tu carisma los contagia y tu elocuencia
los entretiene. Príncipe, ¿no te cansas de correr?
No uses a mis doncellas en mi contra, oh, príncipe
infantil, querubín apenas. ¿Crees que cuando arrastras tu destello por mi
palacio, no me doy cuenta de tus galanterías?, ¿crees que no he visto como
acaricias a las damas de mi corte? Los versos románticos que les dedicas y los
movimientos dulces con que tratas de embelesarlas llegan hasta mí. Las paredes
del castillo están repletas de espejos y mis damas son tan fieles que te
matarían si así lo pidiera. Entonces ellas me susurran, me cuentan que mientras tratas inutilmente de conquistarlas me buscas, te arrastras para asegurarte de que te miro.
Príncipe, ¿a qué le temes?, ¿al rechado, la desledad o al
lovor?, ¿cómo puedes tenerle miedo a
la vida?
Príncipe destrozado, príncipe de palabras construidas:
adiós.
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