Lo evito

Ya te lo digo, lo evito, evito sentir.

Aunque quisiera hablarte de sus ojos y su sonrisa; sus ojos son bonitos, no tienen brillo como los de otra gente que he conocido, pero me gustan. Y su sonrisa también, no es de lado, ni busca otras intenciones, solo es su sonrisa y ya está, una graciosa curva hacia arriba que en las comisuras se ensancha. 

¿Lo ves? por eso evito sentir; no diré la verdad. Aunque dudo mucho que esto sea una verdad, solo se trata de un sentimiento. Uno que me guardé en el casillero numero ochenta y seis de mi corazón. En la sección de los amores imposibles e inalcanzables.

Que vergüenza, soy una torpe, ¿sabes? me siento diminuta. 
Sí: a su lado me siento pequeñita, pequeñita; una nada, una cosita tan frágil que puede romperse pero que finge; pero claro, finjo que estoy bien, que nada pasa, que nada me duele y que yo puedo con todo. 

Entonces escojo huir, claro, es mi táctica favorita: salir corriendo cuando siento algo.
Cuando siento un bochorno extraño y silencios incómodos que quisiera llenar.
Huyo cuando me sonrojo y siento celos sin sentido.
Salgo corriendo a esconderme cuando veo más allá de sus ojos.
Y con más ganas le saco la vuelta a sentir cuando me doy cuenta que no puede ser mutuo.

Porque estoy cansada de amores a medias, de amores imposibles, de amores de secundaria. Estoy harta de coqueteos y juegos, de pruebas no habladas y de ser la que limpia lágrimas.
Sí, ya estoy cansada: de fuentes rotas; de quererlas y enamorarme, harta de que alguien más las compre y se las lleve y al fin final las vuelvan a romper.

Espero entiendas por qué no te hablo de sus ojos, ni de su risa, ni de cómo me borré los recuerdos e hice como si nada: espero entiendas.

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