Capítulo tercero al libro favorito
Para el que nunca será; pero que es el único.
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Pongo play a mi Spotify y me invade el sonido de una guitarra acústica.
Me hundo un poco más en las sábanas y suspiro. Tengo frío, Madrid es demasiado frío.
Quisiera tenerte cerca y decirte lo mucho que extraño las montañas y el sol; el verano adelantado y la manera en que se me pega la blusa a la espalda por el sudor.
También quisiera ser otra para que te enamoraras de mí; para ser a la que le dedicas lo que escribes. Siento un nudo en la garganta, quiero llorar. Las lágrimas no salen o ya no sé si las estoy reteniendo. Tranquilo, no lloro solo por ti; es porque ella me hace falta y los demás también.
Me gruñe el estómago de hambre y siento las primeras lágrimas bajando por mi nariz.
Me duele, ¿sabes? siento que no pertenezco a ningún lado; que estoy parada entre Europa y alguna parte de Centroamérica.
Me duele que eres imposible, inalcanzable, irreal; también me retuerce de dolor la falta de abrazos, de besos; tuyos y de mi familia, aunque los tuyos sean de mentiras.
Me limpio las lágrimas y veo en el reloj que son las tres de la mañana.
Ojalá no fueras una ilusión y me escucharas mientras me quejo de lo cansada que me tiene este invierno eterno; parecido a esa serie que tanto nos gusta.
La voz que canta en mis oídos habla de mariposas en el estomago y de como todo regresa a nosotros; pienso en ti y pienso en que si yo fuera más bajita y bonita te fijarías en mi. Luego pienso qué tal vez a ti esas cosas no te importan; a mi me gustas así, perdón si no soy tan racional como tú, no puedo evitarlo.
Me pesan los párpados, los cierro.
Un recuerdo pasa como una película ante mis ojos. Una muchacha de cabello oscuro mira a lo lejos a un chico de camisa azul; él se ríe y ella deja de prestar atención a la conversación que se oye a su alrededor.
"Sigues igual de guapo que aquella vez" digo en voz baja y por fin me quedo dormida.
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Pongo play a mi Spotify y me invade el sonido de una guitarra acústica.
Me hundo un poco más en las sábanas y suspiro. Tengo frío, Madrid es demasiado frío.
Quisiera tenerte cerca y decirte lo mucho que extraño las montañas y el sol; el verano adelantado y la manera en que se me pega la blusa a la espalda por el sudor.
También quisiera ser otra para que te enamoraras de mí; para ser a la que le dedicas lo que escribes. Siento un nudo en la garganta, quiero llorar. Las lágrimas no salen o ya no sé si las estoy reteniendo. Tranquilo, no lloro solo por ti; es porque ella me hace falta y los demás también.
Me gruñe el estómago de hambre y siento las primeras lágrimas bajando por mi nariz.
Me duele, ¿sabes? siento que no pertenezco a ningún lado; que estoy parada entre Europa y alguna parte de Centroamérica.
Me duele que eres imposible, inalcanzable, irreal; también me retuerce de dolor la falta de abrazos, de besos; tuyos y de mi familia, aunque los tuyos sean de mentiras.
Me limpio las lágrimas y veo en el reloj que son las tres de la mañana.
Ojalá no fueras una ilusión y me escucharas mientras me quejo de lo cansada que me tiene este invierno eterno; parecido a esa serie que tanto nos gusta.
La voz que canta en mis oídos habla de mariposas en el estomago y de como todo regresa a nosotros; pienso en ti y pienso en que si yo fuera más bajita y bonita te fijarías en mi. Luego pienso qué tal vez a ti esas cosas no te importan; a mi me gustas así, perdón si no soy tan racional como tú, no puedo evitarlo.
Me pesan los párpados, los cierro.
Un recuerdo pasa como una película ante mis ojos. Una muchacha de cabello oscuro mira a lo lejos a un chico de camisa azul; él se ríe y ella deja de prestar atención a la conversación que se oye a su alrededor.
"Sigues igual de guapo que aquella vez" digo en voz baja y por fin me quedo dormida.
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