Martes
Camino a casa no miré por encima de mi hombro para ver si alguien caminaba cerca de mi. Tampoco me detuve a tomar aire ni a bajarme el short que llevaba debajo del vestido.
Hoy sentí ganas de correr, de sonreír, de reír y de ponerme a bailar como en esa película de Hollywood que vimos. También la piel se me erizó; no por el frío de Madrid, tampoco por la tristeza y mucho menos por las ganas de querer llorar; sentía el pecho lleno, no sé decir si lleno de hojas de laurel, petalos de girasol o canciones.
Me di el permiso de imaginarme siendo feliz mientras recorría esas tres calles que me parecieron más.
Pensé que tenia esperanzas, que con el tiempo y con paciencia al final las cosas me podrían salir bien, pensé que podría escribirte que yo también quería todos los desayunos de jupiter del mundo a tu lado; como Amoke y Ofelia.
Imaginé una vela en el interior de mi corazón encendiéndose de nuevo, una vela dentro de una caja de cristal; para mantenerla vigilada y no dejar que se desborde la cera.
Pero las olas de felicidad pasan, se acaban.
Y llegué a casa y me vi al espejo.
Recordé quien era, pasé la mano por los remiendos de mi cuerpo y suspiré.
Seguía rota, inservible, defectuosa.
¿No acababa de decir que había esperanza?
Seguro encontrarías alguien mejor, o puede que ya la hubieses encontrado.
Entonces recordé una canción, esa que me da vueltas en la cabeza, la que quisera que me cantaran como Zoe lo hace con Evan.
No puedo pelear contra los ruidos que mi mente grita todo el tiempo.
Hoy sentí ganas de correr, de sonreír, de reír y de ponerme a bailar como en esa película de Hollywood que vimos. También la piel se me erizó; no por el frío de Madrid, tampoco por la tristeza y mucho menos por las ganas de querer llorar; sentía el pecho lleno, no sé decir si lleno de hojas de laurel, petalos de girasol o canciones.
Me di el permiso de imaginarme siendo feliz mientras recorría esas tres calles que me parecieron más.
Pensé que tenia esperanzas, que con el tiempo y con paciencia al final las cosas me podrían salir bien, pensé que podría escribirte que yo también quería todos los desayunos de jupiter del mundo a tu lado; como Amoke y Ofelia.
Imaginé una vela en el interior de mi corazón encendiéndose de nuevo, una vela dentro de una caja de cristal; para mantenerla vigilada y no dejar que se desborde la cera.
Pero las olas de felicidad pasan, se acaban.
Y llegué a casa y me vi al espejo.
Recordé quien era, pasé la mano por los remiendos de mi cuerpo y suspiré.
Seguía rota, inservible, defectuosa.
¿No acababa de decir que había esperanza?
Seguro encontrarías alguien mejor, o puede que ya la hubieses encontrado.
Entonces recordé una canción, esa que me da vueltas en la cabeza, la que quisera que me cantaran como Zoe lo hace con Evan.
No puedo pelear contra los ruidos que mi mente grita todo el tiempo.
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