Cristal

Mi espalda desnuda contra la franela de mis sábanas trata de arrullarme para dormir.

Pero mi cabello se revuelve encima de mi almohada.

Mi mano izquierda huele a ti; porque cuando hundo los dedos detrás de tu nuca y toco tus rizos me impregnas con tu olor.

El fresco de mi piso no viene esta noche; me ha dejado bochornos y gotas de sudor que resbalan por mi frente.

Dormir de esta forma es una tentación. Mi cuerpo se retuerce, en ratos empieza a gritarme que vaya más despacio, que faltan horas para volver a pararme de la cama.

Y mis dedos se deslizan solos; recorren mis clavículas, el hueco en mi espalda baja y la curva entre mis piernas.

Entonces aprieto los labios y ruego no morir como Ícaro.
Porque toda mi habitación huele a las dos, aunque yo esté entre cuatro paredes, aunque luego me hago gato y me acurruco pensando que mis brazos son los tuyos y el aire que me falta me lo regresarán algún día tus besos.

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