Sin edición
Ahora entiendes.
Sus ojos de caleidoscopio te desarman.
Ese pelo rizado, otras veces lacio y unas cuantas inexistente te hacen detenerte a mirar; unos segundos de mas, los suficientes para que ella no te descubra.
Es que es tan bonita, tan guapa.
La forma en que le sonríe a sus amigas, como se le iluminan los ojos por un chiste que leyó en tuiter o la cara de traviesa que hace al ver a un extraño leyendo su libro favorito.
Así es ella; son ellas.
Ese mar de perfumes en el vagón del metro, esos labios que sirven de lienzo para jugar.
Te gustan así; en sus modos de vestir, en tacones o zapatos, en pijama, con abrigo y vestido. Imperfectas, valientes, no temen nada, ya no esconden las Amazonas que llevan dentro.
Imposibles, piezas de arte, tus noches estrelladas y habitaciones en otros rincones del mundo.
Podrías besarlas, a cada una; recorrerles la cara con la punta de los dedos, besarles el pelo, morderles la piel. Encontrar el meridiano en sus ojos y descubrir un tesoro en sus caderas, una canción en sus lenguas y un sueño en sus risas.
Decirles que son historias inconclusas, secretos a voces y la razón por la que sueñas en las noches; visiones que se cruzan de inmediato, que no vuelven y que solo te queda imaginar.
Ahora entiendes.
Sus ojos de caleidoscopio te desarman.
Ese pelo rizado, otras veces lacio y unas cuantas inexistente te hacen detenerte a mirar; unos segundos de mas, los suficientes para que ella no te descubra.
Es que es tan bonita, tan guapa.
La forma en que le sonríe a sus amigas, como se le iluminan los ojos por un chiste que leyó en tuiter o la cara de traviesa que hace al ver a un extraño leyendo su libro favorito.
Así es ella; son ellas.
Ese mar de perfumes en el vagón del metro, esos labios que sirven de lienzo para jugar.
Te gustan así; en sus modos de vestir, en tacones o zapatos, en pijama, con abrigo y vestido. Imperfectas, valientes, no temen nada, ya no esconden las Amazonas que llevan dentro.
Imposibles, piezas de arte, tus noches estrelladas y habitaciones en otros rincones del mundo.
Podrías besarlas, a cada una; recorrerles la cara con la punta de los dedos, besarles el pelo, morderles la piel. Encontrar el meridiano en sus ojos y descubrir un tesoro en sus caderas, una canción en sus lenguas y un sueño en sus risas.
Decirles que son historias inconclusas, secretos a voces y la razón por la que sueñas en las noches; visiones que se cruzan de inmediato, que no vuelven y que solo te queda imaginar.
Ahora entiendes.
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