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Mostrando las entradas de 2021

Ediciones de Agosto

 Antes me daba mucho miedo ver el reloj de madrugada.  Sabía que si levantaba el celular, serían las dos o tres de la mañana, que al día siguiente, mi cuerpo se quejaría por el dolor de cuerpo, la piel seca, las ojeras y el hambre. Sabía que si miraba el reloj podían pasar dos cosas, o se vendrían recuerdos vergonzosos de hace años o me cansaría de no pensar en nada y ver el techo, que caería dormida sin darme cuenta. Y aunque el insomnio no le llegaba ni a los talones a la pesadilla de hace un año; al llanto, el miedo, la taquicardia, el cuerpo duro y la ansiedad; era igual de frustrante ver aclarar el cielo por entre mis cortinas. Pero hoy, anoche, ver que van dando las dos o tres de la mañana se siente distinto.  Los ojos no me pican, el estomago no me hace ruidos, la cabeza apenas y me duele y el bulto de mis peluches contra mi cuerpo no me desespera.  Ahora me acomodo entre mis peluches, abrazándolos porque tus letras me atraviesan el corazón, mis lágrimas son p...

Espumas y ríos de estrella

 A veces no puedo evitarlo. Se me olvida que sufro de ansiedad.  La vida se siente tan tranquila, tan buena. Todos los colores los puedo probar, escuchar.  El rosa me sabe a mar y el azul a algodón de azúcar.  Mis noches ya no se definen por el insomnio y mis días ya no se sienten como algo con lo que tengo que cargar.  No me interesa, ni me importa, decir que mi vida ha cambiado porque llegaste a ella, porque se que eso no me hace dependiente ni mucho menos adicta a ti. No, en realidad, mi vida estaba bien, iba sanando, regando manchas de sangre en el camino, pero sanando.  Sané en modo físico, dejando ir los kilos de tristeza, soledad, nostalgia y dolor que me había comido.  Sané en mis emociones, me di cuenta de lo que valgo, que no me merezco nada que no sea lo mejor. Que los amigos que merecen estar en mi vida son los que no huyen al mínimo problema y que los amantes que tuviesen la suerte de llegar a mi vida sería por que yo lo permití, no porque...

Impregnados

Estoy sentada en la mesa de al lado y siento ganas de llorar. El café está solo. Los baristas de su lado de la barra y yo sentada en la mesa doble trabajando. Estaba tan centrada en mis pendientes, tan hundida en acabar para poder irme a casa y dormir que, por un momento, te lo juro y no te ofendas, que por un microsegundo, olvidé donde estaba. Así que miro a la mesa de al lado y me dan ganas de llorar. Me veo a mí, con el pelo algo despeinado y más largo de lo que lo llevo ahora. Tengo puesto mi jumper de color melón y la bolsa de color naranja encima de la mesa. Estoy sentada con una postura terrible y no puedo dejar de verte a los ojos. También te veo a ti, con tus ojitos chiquitos, víctimas del aumento de tus lentes. Lleva una camisa blanca con adornos negros y la cadena que dijiste era de un pantalón. Veo tu pelo alborotado y el brillito de tus brackets. Te veo recibiendo la bebida de mazapán y a mi emocionada por invitar la merienda. Pensábamos que solo sería una meri...

Payasos

  Cuando era pequeña les tenía miedo a los payasos, pero nunca entendí el por qué. No recuerdo haber visto ninguna película de terror, tampoco tuve hermanos que me encerraran en un baño a oscuras gritándome del otro lado de la puerta que el payaso IT iría por mí. Mis padres no me dejaban leer cuentos de terror y mucho menos escuchar la mano peluda en la radio. En realidad, mis padres eran personas muy religiosas y tenían la creencia de que cualquier tema paranormal, de terror, místico o desconocido, solo era una puerta para que el demonio entrara a nuestro sagrado hogar católico a turbar nuestros sueños. Desde los tres hasta los seis años, mis padres tenían la manía de contratar un payaso para mis fiestas. Ahora que soy adulta, supongo que era porque los payasos son personas de Dios, diversiones amenas y santas para los hijos pequeños de familias tradicionales. No decían groserías ni hacían chistes de doble sentido, no eran señoras de cuarenta años vestidas de muñecas de porcelan...

Cassiopeia

  Jamás había sentido esto antes. El pecho me palpita, es como si no pudiera respirar. ¿Ansiedad? no, no puede ser eso. La ansiedad es como si me golpearan en la garganta, como si el mundo fuera a venirse encima de mi y yo estuviera atada de manos y piernas. Esto es...raro, diferente, nuevo, muy nuevo. Antes he estado enamorada. Pero nada se sentía como esto. Había experimentado el rush de adrenalina, la conformidad de que alguien me quería a su lado de forma instantánea y que eso, por alguna razón estaba bien. Me sentía feliz, poco convencida de que aquello iba a durar, pero feliz. Nunca sentí lo que me está pasando ahora. Pupilas dilatadas, respiración entrecortada, una especie de presión en el estómago y ganas de querer salir corriendo a besarte, solo besarte y sentirte cerca, por un minuto o media hora, para volver a casa y dormir con el corazón calentito. Nunca había sentido el miedo de perder a una persona; sabía que otras historias iban a terminar y que no importaba s...

Cielo estrellado

S e que no me creerías si te digo que no podría hacer esto con alguien más. Que no podría atreverme a ser tal cual soy. Me moriría de vergüenza al contar mis deseos, mis secretos; no podría decirle a otra persona que he estado viviendo más de fantasías e ilusiones que de sexo y mucho menos podría confesar las cosas que he hecho sola, tanto en el silencio de mi cama como en público. Me quedaría callada y con las calcetas puestas en verano. Sería incapaz de contar lo que me avergüenza de mi cuerpo; las estrías, cicatrices, manchas y marcas en mi piel. Guardaría en la caja de mi silencio los deseos que me pican como hormigas rojas y le bajaría al tono de mi risa. No podría hablar con groserías ni contar sobre las personas que he perdido.  Miraría hacia abajo todo el tiempo, caminaria en silencio y no me atrevería a soltar manotazos o gritos mientras hablo sobre mis pasiones. Estando en un café jamás podría inclinarme un poco y esperar a que me dieran un beso.  También podría d...

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  Nadie debería llorar en su cumpleaños. Mucho menos sentados en la taza del baño mientras estan meando. Y por alguna razón, el baño siempre me ha parecido un lugar reconfortante o al menos mi baño. Sus tonos de blanco, el silencio a cualquier hora, los tri tri tri de los grillos en la madrugada y la incapacidad de que alguien entre aun teniendo la puerta sin seguro, es algo que me calma. Ya antes he estado sentada en el suelo del baño por horas,en días tristes, raros, haciéndome daño, llorando, pensando en la nada; viendo el celular, teniendo ataques de pánico o mandado mensajes a mis amigos. Y hoy o ayer que fue mi cumple años, no pensé que fuera a necesitar pasar un rato aquí aislada. Dándome cuenta de que la ausencia de mi madre y sus gestos; sus regalos, sorpresas, voz y sonrisa; duelen un poco menos cada año. Aquí, sentada ahora en el suelo, recuerdo los globos de colores, el cuarto decorado, el pastel mandado a hacer con algo que me gustara, recuerdo los regalos, la emoc...

Un verano

Llevaba algún tiempo escondiéndome. Esclava de mis miedos, del pasado y de mis problemas. Vivía en una cueva oscura donde las cenizas de mi corazón apenas y eran ya de color naranja.  Las juntaba con la pequeña esperanza de que iniciaran un fuego pero nunca pasaba nada. Hasta que un día o una noche, de la nada, decidí poner un poco de música. Sintonicé las cenizas de mi corazón para que sonaran las canciones de Taylor Swift.  Esas canciones que había decidido enterrar aquel día que le vi partir por las escaleras del metro. Canciones que por años ignoré su existencia porque ardía y quemaban los recuerdos. Cambié la estación a la voz adormilada de Ed Sheeran, recuerdos de un concierto y un vinil azul comprado un verano de 2017. ¿En que momento me habia vuelto tan fría?, ¿cuando decidí dejar de amar como solo yo se hacerlo?, ¿porque pensar que el amor es una mentira solo por aquel incidente? Si, fueron los meses más hermosos y felices de aquel verano...aún vienen a mi mente...

Cansada

Estoy cansada de no crear. Cansada de que las ideas se me escondan, de las pocas ganas de mierda que tengo de escribir justo ahora. Estoy cansada de no sentirme artística. De no sentir que soy interesante. Y la gente me importa una mierda, la que me preocupa soy yo misma. Antes amaba leer, podía beberme tres o cuatro libros en menos de dos semanas. A mi cerebro le cabían mil hamsters dando vueltas en sus ruedecitas de plástico. Escribía de todo y con todo. Una persona, un olor, unos ojos. Todo era un perfecto y hermoso lienzo en blanco. Todo era gasolina para mi imaginación. Me terminaba cuadernos, compraba más. Me terminaba plumas, compraba otras veinte. Podía conversar por horas de algo que acababa de ver o leer y pasar el doble de horas sentada en un starbucks escribiendo. Cuando empecé a dejarlo ir? Cuando es que me resigne a esta vida tan normal y aburrida? Por qué no puedo extender los brazos y abrazar mis pasiones? No quiero ser famosa, ni publicar, no quiero ser reconocida...

Reflejo roto

A veces quisiera mucho volver a ser joven. Quisiera atravesar el tiempo y gritarle a mi yo de dieciséis años que despierte, que por favor sea auténtica, que por favor, por favor no se rinda. Me veo aferrándome a sus hombros.  Estoy llorando y me dejo caer hasta quedar en el suelo de rodillas. La veo con la mirada perdida. Gorda. Sola. Desubicada. Buscando y fingiendo ser algo y alguien que no es. La veo tan triste, tan miserable, tan perdida. Y sigo llorando y me golpeo las piernas, quisiera poder salvarla, es solo una maldita niña...es solo una niña perdida y triste.  Tiene miedo y odia la escuela, odia a sus maestros, a sus amigos que la dejaron sola. Tiene miedo de aceptar lo que sus creencias religiosas le enseñaron que estaba mal. Se esconde entre las páginas de libros, entre historias de amor de chicas guapas, ese tipo de chicas que ella nunca será. La veo quebrada, su reflejo...nuestro reflejo, ha estado roto desde ese entonces. Quisiera abrazarla, decirle que a la...

Cosas escritas sin sentido

  A veces quisiera ser ella...no, todas ellas. Veo las fotos, perfectas, me vale madres que sean falsas o forzadas. No me interesan las peleas, dificultades, discusiones o mentiras que encierran. Quisiera tomarme fotos con el cerro de la silla de fondo. Que alguien me tome una foto elevando una copa de vino rosado, ya ni siquiera pido que sea en un restaurante lujoso, me conformo con que sea en casa o incluso en la banqueta. Desearía subir fotos profesionales, de esas que fueron tantas que podría subir una cada vez al mes o cada día o cada puta hora, cuando me diera la gana. Sueño en silencio, con esas ridículas fotos enseñando un anillo pobre o rico, fotos con el atardecer de fondo, tomada de las manos de alguien, sonriendo y mirándole a los ojos. No pienso en la infelicidad futura, en las responsabilidades y el tedio, mucho menos en los hijos y las peleas. Deslizo el dedo pulgar otra vez. Todas ellas tan hermosas, bendecidas, tocadas por un dios que a mi no me voltea a ver, u...

Pingüinos

Estos pensamientos nocturnos son muy raros. Esos que tienes cuando la depresión y los rezagos regresaron a su cajita de pandora en la parte más oscura y resquebrajada de tu alma y en lo más sucio y pegajoso de tu mente. Ningún velo se te quita de los ojos, no hay luces ni flores blancas mágicas, no hay exstasis ni epifanías. Simplemente pasa. Estas ahí, hurgando en el congelador y sacando un paquete de pingüinos a medio congelar sin que nadie te escuche. Corres a esconderlos bajo la almohada y cuando te dispones a meterte a la cama te detienes en el medio de la habitación. ¿Que coño estoy haciendo?, ¿Hace cuantas semanas no bebo agua?, estas dándote atracones, escondiendo tus preocupaciones en la comida, llenando tu ansiedad con mierdas de azúcar y exceso de calorías. Y entonces te miras las palmas de las manos. ¿Que me está pasando?, esta persona no soy yo, piensas, te contestas. Esta persona no eres tu, el nuevo yo que buscaste y te costó, que te sigue costando a ratos largos no ...

Posesiones

  Por qué somos así? Por qué no nos basta lo que tenemos a la mano? El techo en el que dormimos. Las colchas recien lavadas que te reciben cuando vas a dormir. Las mañanas de café en la mesa y nuestras familias, nuestros amigos. La temida rutina. El monstruo de no valorar lo cotidiano. No se como será para otros, pero desde que tenía dieciséis, no para de repetir y repetir que aspiraba a una vida emocionante, fantástica, a una vida que no fuera encerrarme en una oficina cubierta por un cubículo y que me hiciera sentir esclava de una empresa que me veía como un número de nomina más. Soñaba con una vida de aventuras, un trabajo que me apasionara en vez de darme todo el dinero del mundo. Un trabajo, en el que la rutina no me carcomiera el alma rebelde y entusiasta que tenía. Pero entonces: crecí, huí de mi ciudad, regresé y mi primer miedo de la infancia afloró: tenía que crecer. De milagro conseguí un trabajo gracias a una desconocida que jamás he vuelto a ver y seguramente no...

Tonterías

S oy un chiste. Una hipócrita y una tonta. Cada vez digo lo mismo, repito la misma frase, la misma burla, la misma estupidez. "No volveré a enamorarme. Nadie me va a gustar. No vale la pena. Todos se separan. Todo se acaba. Todos se divorcian. Nadie es feliz. Es mejor estar sola". Entonces, podría alguien explicarme por qué, al ver una historia de instagram que muy seguramente no va dedicada para mi, ¿me emociono?, ¿Por qué se me rompen las barreras, los cristales y el berrinche?, ¿por qué el corazón se me acelera...y al instante lo freno? Una parte de mi está más que segura que terminaré sola, que nadie amará este desastre y mierda que soy. Que nadie jamás me amará como nadie lo ha hecho. Pero la otra parte, esa pequeñísima y diminuta chispita de incienso descansando en mi corazón, se aviva cuando imagino que alguien me dedica una indirecta o que piensan en mi. Quisiera que alguien me explicara, porque no puedo cumplir las promesas que me hago a mi misma. 

Vero y Alejandra

U na canción ruidosa suena de fondo. Me siento en el medio de la oscuridad. No hay flores, abrazos, abuelas o personas. No, miento. Todos están a mi alrededor. Mirándome desde su círculo de luz. Llevan unos hilos rojos atados a las muñecas, unidos por ellas. ¿Por qué? Me sonríen, extienden las manos. Pero no puedo, doy un paso, me retracto. Me volteo, giro en círculos. Todos a la mano, tan sonrientes, tan listos para escuchar. Pero no puedo, no puedo, no puedo. Caigo de rodillas y me aplasto las orejas con los puños de las manos. Me va a reventar el pecho, la ansiedad quiere salir, quiere que grite. Aprieto los ojos, no puedo, ya no puedo. Imagino mis palabras saliendo a borbotones, alquitrán atorado desde hace menos de quince minutos. Quiero hablar, quiero que me escuchen, quiero quedarme ronca de tanto hablar. Quiero anclarme a ellos, quiero que me levanten, que me oigan por horas y horas y horas. Quiero servirme de su luz un poco, solo un ratito, pienso. Solo déjenme abusar de us...

Caras

Estoy sentada en la estancia de mi casa. En un café pequeñito de una parte de viejos ricos en la ciudad. Sentada en una silla alta de un starbucks donde los baritstas ya me conocen. A diferencia de otros días, no me siento relajada en el sofá, el ruido de fondo de la tele es solo eso: ruido, como estática transmitida en un loop. Hace mucho calor esa tarde, se me pegan los muslos, la ropa húmeda contra mi cuerpo me da asco y no siento paz mientras contemplo la parroquia que hay frente al café. El Starbucks, en mi mente, está solo para mí. Los audífonos que llevo no solo aíslan el sonido, también me aíslan de mis pensamientos. Trato de respirar profundo, de repasar los ejercicios de respiración que me dio mi psiquiatra. Trato de buscar una película que no me haga ni reír, ni llorar. Algo que me exija poca concentración pero una buena trama. Tengo mi diario frente a mi, la letra es terrible porque se que tengo ansiedad, pero escribo de cosas banales, de la galleta en forma de dinosauri...

Granos de arena

  Me he dado cuenta últimamente de que la soledad es algo muy curioso. Y sobre todo cambiante. Puedo decir que estar sola en casa se siente bien. No tengo que esperar a comer sola, ni esconderme en la paz de mi cuarto para (lo que es mi percepción) no incomodar a quienes vivien conmigo. Si alguien me ve en la calle, sentada en mi café favorito, pueden pensar que estoy sola. Cuando paseo, cuando escribo, cuando me hablo a mi misma en voz alta en la calle, disfruto de mi soledad. Puedo andar sin prisas, sin esperar, puedo decidir cuando irme o cuanto tiempo quedarme. Cuando caminaba por las interminables calles y barrios de Madrid, la soledad me inundaba, pero me daba paz, libertad, cada ruido de mis tenis o botas golpeando los adoquines de Callao o subiendo las escaleras de la Central, me sabían a libertad bien merecida. Pero también está la otra cara de mi soledad, la parte susurrante, lúgubre, la parte que carcome y está a la espera de penetrarme, como si fuera un corredor pre...

Niños

He escuchado mil veces la canción de Residente. Esa en la que habls de que le cuenta sus problemas a la ventana del avión. Y no se por qué, pensé que la depresión es bastante curiosa, es como volver a ser niños, pero esos niños tímidos que se escondían detrás de la pierna de su mamá cuando saludaban a alguien, de esos que jugaban solos o eran hijos únicos y los regaños y mimos los recibían por igual. La depresión es como volver a ser niño, porque cuando has pasado días pegado a la cama y te atreves a salir del cuarto, te aplauden como si fueras un bebé dando sus primeros pasos. Cuando te bañas, cuando logras sostenerte en dos pies durante menos de quince minutos para sentir como el agua se lleva por un momento los hongos de la tristeza incrustados en tu espalda, es como si tu madre te diera aquel primer baño en los cuneros del hospital. Comer poco es un logro Mirar a los ojos a la persona desconocida que camina en tu lado contrario es un logro. Sonreírle a un desconocido es un log...

Cuando llega el final

Odiaba este estupido vestido de flores. Me traía demasiados malos recuerdos. Tenía el pelo lleno de un gel extraño y mi cara se veía demasiado plastosa y definitivamente esta sombra de ojos ni este lipstick iban conmigo.  Podía escuchar las voces del otro lado de la elegante puerta de madera color arena. ¿Cuanta gente habría?, ¿mucha?, ¿nadie?, ¿solo mi familia? Me mire una última vez en el espejo de cuerpo completo y decidí ya no quejarme. Al menos estos flats plateados ya no me rozarían el tobillo ni me harían ampollas. Caminé a la puerta y me quedé tres segundos pegada a la manija plateada. Tenía que hacerlo, podía hacerlo, era el día más importante de toda mi vida.  Lo primero que vi fue a mis tres tres trías sentadas en los sofás de primera fila. Claro, ellas jamás faltaban a ninguno de mis eventos. Subí las escaleras del pequeño podio improvisado y me senté encima del escenario que me habían asignado. Crucé    las manos en mi regazo y empecé a balancear los pie...

Cadenas gemelas

  Mi psiquiatra dijo que mi tarea es escribir. Dice que mi mente tiene una prosa y lírica muy buena. Que cuando me explico cómo me siento suena a como si estuviera escribiendo algo.  Pero yo ya no se si es verdad. No voy a hablar de sueños, ni metas, ni libros.  Voy a hablar de la cadena que llevo atada en la mano derecha. Está soldada y llevo años tratando de destruirla con todo lo que puedan imaginarse. Lo que resta de la cadena serán unos cinco u ocho metros. Soy la única que puede escuchar su asqueroso siseo. La llevo puesta cuando como, cuando duermo, cuando voy al baño, cuando tengo sexo.  Normalmente nadie sostiene el otro extremo de la cadena, pero cuando sucede es terrible.  Llega ella, la del pelo sucio, la que no se ha bañado en días. Lleva puestas unas calcetas de oso, unos pants que le quedan demasiado grandes y una sudadera enorme. Tiene las ojeras marcadas a pesar de que se que ha dormido doce horas y lleva un peluche diferente entre los brazos ca...

Tía Concha

  La recuerdo perfectamente. Todo su ser es una imagen impresa en mi mente y mi corazón. Tendría algunos cinco o seis años, cuando hablo de mi infancia nunca puedo ubicarme muy bien. Recuerdo que podría haber sido un día de Mayo o de Junio, porque el sol pegaba fuerte a las 11:30 am en la calle nueva independencia; aquella vieja colonia llena de inmigrantes, cumbias rebajadas que sonaban como eco a eso de las cuatro de la tarde, ancianos sentados en el porche, niños jugando fútbol en las calles y gritando que venían coches y peregrinos guadalupanos que llegaban desde lejos para saludar a la morenita; como en frente teníamos la escuela primaria numero 7, el mural blanco te cegaba con tanto sol y la reja naranjosa de casa de mi abuela no ayudaba mucho a que vieras bien.  Entonces a las 12:00 pm en punto, se asomaba desde una esquina la figura oscurecida de mi tía Concha. Nunca salía de casa sin su bolsa, paraguas, zapatos de tacón y lentes de pasta dura todos de color negro....

Casas

  Si lo pienso bien, monterrey no es tan diferente a madrid.  Hay barrios exclusivos para estudiantes, supermercados y tienditas de la esquina. Extranjeros caídos desde Corea del Sur hasta Sudamérica, incluso de los Países Bajos. Encuentras tiendas de cómics, anime, marihuana y salones de belleza de barrio y carísimos. Tenemos una línea del metro bastante sucia y transporte público que aunque deja mucho que desear no deja de cumplir su función. Hay Viveros en las calles, starbucks infinitos, cines grandes y pequeños. Bares recién abiertos que nadie conoce y cantinas para señores ancianos. En esta ciudad no se puede caminar mucho, pero la distancias son igual de largas. Tenemos edificios de departamentos horrendos por fuera y modernos por dentro. Hay casinos, escuelas privadas, públicas y estancias para niños. Hay cientos de iglesias, templos cristianos y una mezquita musulmana. Lugares a medio construir, carreteras hechas revoltijos donde te puedes perder fácilmente.  Los...