Cadenas gemelas

 


Mi psiquiatra dijo que mi tarea es escribir. Dice que mi mente tiene una prosa y lírica muy buena. Que cuando me explico cómo me siento suena a como si estuviera escribiendo algo. 


Pero yo ya no se si es verdad. No voy a hablar de sueños, ni metas, ni libros. 


Voy a hablar de la cadena que llevo atada en la mano derecha. Está soldada y llevo años tratando de destruirla con todo lo que puedan imaginarse. Lo que resta de la cadena serán unos cinco u ocho metros. Soy la única que puede escuchar su asqueroso siseo. La llevo puesta cuando como, cuando duermo, cuando voy al baño, cuando tengo sexo. 


Normalmente nadie sostiene el otro extremo de la cadena, pero cuando sucede es terrible. 


Llega ella, la del pelo sucio, la que no se ha bañado en días. Lleva puestas unas calcetas de oso, unos pants que le quedan demasiado grandes y una sudadera enorme. Tiene las ojeras marcadas a pesar de que se que ha dormido doce horas y lleva un peluche diferente entre los brazos cada vez que la veo.


Yo me doy por vencida y me acerco hasta ella, la tomo de la mano. 

Dice que tiene ganas de café: vamos por uno.

Tiene hambre: compramos un muffin.

Tiene sueño: dormimos más de doce horas.

Me susurra que quiere hacerse daño: quebramos un rastrillo, un sacapuntas, lo que sea y nos cortamos.


Cuando estoy con ella no sonrío, no hablo. No tengo hambre y mucho menos fuerzas. Cuando estoy con ella las piernas se me aguadan, sudo mares calientes, me destrozo las uñas, me tiemblan las manos. 

¿Y ella? Está de lo más tranquila.

Nunca me mira a los ojos, siempre ve al cielo, como buscando algo. Tampoco habla mucho, solo cuando llora por las noches. Se queda dormida en cualquier lado y me recuerda a los gatitos bebés que viven en la calle. 


Así que luego de un largo día la llevo a casa a conmigo. Se que a mi padre no le va a gustar, mucho menos a mi, que pensé que ella había desaparecido. Así que cuando me desplomó en la entrada de mi casa y empiezo a llorar con toda la fuerza de mi cansancio acumulado, ella me quita la cadena de la mano y entra en mi. 


Las cadenas ya no suenan, el tenerla pegada a mi ya no tengo que soportarlo. Pero ahora ha anidado en mi cuerpo y de pronto siento ganas de querer morir. 

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