Cosas escritas sin sentido

 A veces quisiera ser ella...no, todas ellas.


Veo las fotos, perfectas, me vale madres que sean falsas o forzadas. No me interesan las peleas, dificultades, discusiones o mentiras que encierran.

Quisiera tomarme fotos con el cerro de la silla de fondo. Que alguien me tome una foto elevando una copa de vino rosado, ya ni siquiera pido que sea en un restaurante lujoso, me conformo con que sea en casa o incluso en la banqueta.

Desearía subir fotos profesionales, de esas que fueron tantas que podría subir una cada vez al mes o cada día o cada puta hora, cuando me diera la gana.

Sueño en silencio, con esas ridículas fotos enseñando un anillo pobre o rico, fotos con el atardecer de fondo, tomada de las manos de alguien, sonriendo y mirándole a los ojos. No pienso en la infelicidad futura, en las responsabilidades y el tedio, mucho menos en los hijos y las peleas.

Deslizo el dedo pulgar otra vez. Todas ellas tan hermosas, bendecidas, tocadas por un dios que a mi no me voltea a ver, uno que se hizo el sordo cuando años atrás le pedía un acompañante digno de mi amor.

Quisiera el estúpido vestido más caro que tres meses de mi sueldo. La despedida, la pedida, esas mierdas ancestrales que en esta ridícula ciudad nos aferramos a mantener. Pienso en el día, ¿será verano o invierno?, ¿pocos o muchos?

Solo a estas horas puedo desarmarme y confesar mis sucios secretos. A estas horas en las que todos duermen, en las que nadie ve mi cara de tristeza y resignación. Horas en las que dejo de fingir que no me entristece saber que estoy condenada a una vida solitaria.

Una en la que cuidaré y viviré con mi padre esperando a ver quien muere primero. Una donde Lady nuestra Husky y quizás más adelante, un gato sean nuestros únicos amigos. Una vida merecedora de los condenados.

Porque eso dicen mis cicatrices: rota, triste, inestable, solitaria, problemática: una carga. Una enfermedad que ahuyenta a todos los prospectos, aunque no exista ni uno rondandome.

Si, quisiera ser como ellas. Sana, estable, bonita, hermosa, guapa, quisiera ser la musa de alguien, la devoción, la enamorada, la digna. Quisiera su devoción y compromiso, que me miren con ojos de que soy un sueño, una reina que no fue conquistada sino ganada.

Pero estoy sola en la oscuridad de una habitación que no es mía. Y lo único que tengo son mis peluches y las cicatrices de color café que se rehúsan a desaparecer de mi brazo izquierdo.

Decido verlas una última vez, suspirando por un momento así, una vida así. Se que he dicho siempre y he comprendido gracias a mis polvos mágicos y mi hado madrino con doctorado que estar sola y ser independiente es bueno y suficiente.

Pero no puedo evitarlo, soy una artista, una romántica, una incomprendida, me contradigo y no quiero salir de la sombra que el gran árbol del miedo me brinda. La luz del sol es demasiado brillante, arriesgada.

Así que me resigno.

Cierro todo, ignoro las fotos, lo que escribo y mis pensamientos.

Porque se que mañana habrán desaparecido y que cuando abra los ojos, será otro día y volveré a vivir en mi condena...que será el único amor que se quedará conmigo hasta que desaparezca de este mundo ya sea por mano propia o por el paso tiempo.

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