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 Nadie debería llorar en su cumpleaños.

Mucho menos sentados en la taza del baño mientras estan meando.

Y por alguna razón, el baño siempre me ha parecido un lugar reconfortante o al menos mi baño. Sus tonos de blanco, el silencio a cualquier hora, los tri tri tri de los grillos en la madrugada y la incapacidad de que alguien entre aun teniendo la puerta sin seguro, es algo que me calma.

Ya antes he estado sentada en el suelo del baño por horas,en días tristes, raros, haciéndome daño, llorando, pensando en la nada; viendo el celular, teniendo ataques de pánico o mandado mensajes a mis amigos.

Y hoy o ayer que fue mi cumple años, no pensé que fuera a necesitar pasar un rato aquí aislada. Dándome cuenta de que la ausencia de mi madre y sus gestos; sus regalos, sorpresas, voz y sonrisa; duelen un poco menos cada año.

Aquí, sentada ahora en el suelo, recuerdo los globos de colores, el cuarto decorado, el pastel mandado a hacer con algo que me gustara, recuerdo los regalos, la emoción, la expectativa, recuerdo a mi madre cantando, acomodándome para tomar fotos y videos. Ella siempre cortaba el pastel, ella repartía los pedazos, ella era la que me acomodaba con mis amigos, la que le gritaba a todos que nos juntaramos para soplar las velitas...

Trato de no llorar, de verdad hago un esfuerzo, pero es que verme hacer yo sola esas cosas me duele un poco. Soy torpe, no se cortar ni servir un pastel, aunque este año aprendí. Se que iré a comprar cosas en algún momento, símbolo de un regalo. Pero no habrá aplausos, ni fotos, ni envolturas recicladas, no habrá carne asada o pastel o música. 

Y esta bien...supongo, ya no duele tanto, ya no lloro tanto. Y a pesar de saber esto, de vivirlo y aceptarlo. 

A pesar de sentirme un poco sola, pero feliz, en este baño mientras me abrazo las piernas y escribo, aún así, creo que nadie debería llorar en su cumpleaños. 

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