Pes

Septiembre. 

Empiezan las lluvias, esas en las que se antoja platicar debajo de una parada de bus o un árbol o en el balcón de mi casa. 

Empiezan los suéteres ligeros por la noche. 

Las mujeres con falda y medias debajo. 

Septiembre trae las tardes de café caliente, los relámpagos y el cielo medio nublado a las 4:30 de la tarde. 

Trae de vuelta su blusa color mostaza, su chaqueta de mezclilla vieja y las botas de color café. 

Trae abrazos frescos, andar con cuidado sobre los charcos, las sonrisas de lado y las caminatas luego de que ha parado de llover.

Septiembre trae lluvias y cambios, dudas, acciones. 

Septiembre trae risas, su nombre en el aire; los ojos de chocolate derretido que también son del color del cielo nublado por las noches; trae carcajadas que retumban, resbalones en el aparcamiento y bochornos por no saber si quitarte esa capa de ropa extra o no. 

Septiembre trae cambios, reflexiones, desapegos y conocimiento; te trae a ti, sonriéndole y la trae a ella, mirándote. 

Septiembre es el mes de los silencios, de manos que se rozan; es el lunes y martes del año. 

Trae recuerdos de bandas sonoras, de amigos perdidos, distancias concedidas y peleas infantiles. 

Septiembre es como estar parado en dos lugares al mismo tiempo. 
El verano se aferra a no irse, el otoño quiere crecer y empezar de cero. 

Septiembre es, dicen por ahí, el mes del año en el que tienes la última oportunidad de cambiar, de hacer o de rendirte. 


Yo creo, en realidad, que septiembre, solo quiere vernos avanzar.

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