lokos

Leon canta y yo estoy bailando. 

Montada en mediados del 2000. Cuando no sabía qué onda: con la raza, los novios, las niñas, la peda, los pies torcidos y sonrisas quebradas. 

El bajo me retumba en las caderas, no puedo bailar bien, el tobillo me duele. 

Y mi perrita me mira echa bolita en mi almohada. 

Los vecinos pensarán que estoy loca; con las cortinas abiertas y bailando con los ojos cerrados. 

No saben que estoy pidiendo deseos a una canción y navegando en fotografías mentales.

Ojo izquierdo. 
Guiño.
Sonrisa torcida. 
Lágrimas. 
Sonrojos. 

Locos. 

Chocolate.
Tabaco.
Colonia.
Vainilla.
Olor a libro.
Lunares.

La perrita empieza a ladrar y mueve la cola. He abierto los ojos y le bailo, como diciendo: ven, baila, de todas formas nadie sabe hacerlo. 

Empieza a saltar en la cama y la canción sigue y sigue. 

Me rio. La casa sola para las dos, una humana y una perrita aventurera. 

Me tumbo en la cama y los libros salen de las estanterías, las palabras vuelan y se me escurren por las piernas, me ha entrado la risa tonta. 

Muevo las piernas al ritmo de la música. Se me ha revuelto el pelo y los colores, portadas, personajes y mundos bailan en el techo de mi habitación. 

Y cuando empiezo a flotar, abrazo una almohada y la huelo, la apretujo, porque quiero ocultar mi sonrisa, nadie puede verla. 

Es solo suya. 

En secreto y en artificial y en 240 pero suya toda, si la quiere. 

Si la acepta: seremos locos.

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