Almohada secreta

Escuchando música de madrugada te imagino asi: abrazándome. 

El calor de tu cuerpo se siente rico. Porque tenemos la ventana de mi cuarto abierta y no ha dejado de chispear. 

El abanico de techo cruje y yo tengo ganas de darme la vuelta y besarte. 

Pero no quiero despertarte; no cuando tus brazos me envuelven las lonjas, esas que nunca me ha dado vergüenza mostrarte; no cuando la perrita está durmiendo en nuestras piernas.

 No quiero despertarte sabiendo que parecemos una pintura surrealista, nadie pensaría que dos opuestos, dos cuerpos tan raros y diferentes terminarían juntos. 

Ojalá durara un poquito más la madrugada, para escuchar tu respiración transformarse en ronquidos perdidos. 

La perrita salta de la cama y tú por fin te mueves, siento el fresco allá donde estaba tu piel. 

Y cuando me giro para verte, ya tienes los ojos entreabiertos. 

Y te tallas la cara y yo siento escalofríos, porque quisiera tanto que te quedaras. Quisiera acomodar la cabeza en tu pecho y dormir segura, segura de que por la mañana seguirás aquí. 


Pero todo esto es muy bueno, demasiado para ser verdad. 

Así que cuando amanece, cuando la luz del sol me llama por encima de mis párpados y siento la cama vacía, me cubro con una almohada para fingir que sigue siendo de noche.

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