Extraños y mentiras.
El grupo de chicos británicos en la mesa de al lado se ríen mientras hablan de como van las cosas en casa.
Una pareja de amigos se saludan en la calle mientras los observo envidiosa.
La voz de Ed Sheeran me canta la historia de un chico que recoje las cosas de una persona muerta.
Es fin de semana y más que nunca extraño las risas de casa. Necesito volver a despertarme en mi habitación azul, esa que está llena de posters de anime y peluches de todos tamaños y formas.
Uno supone que luego de pocos meses viviendo en un país nuevo te acostumbras a las cosas nuevas, pero no siempre es así.
Y recuerdas las promesas de hace meses:
"salgamos"
"cuando quieras"
"para eso estamos"
"tomemos un café"
"quedemos"
"una cena"
"un Starbucks"
todo eran sonrisas, palabras actuadas, repetidas, huecas.
Todo eran saludos, preguntas del día, invitaciones que nunca se concretaron.
Y no los necesitas, lo sabes, ¿quienes son todos ellos? quienes sino un montón de desconocidos que coincidieron contigo. Un grupo de humanos con historias y mierda propia que no tienes por que soportar si no quieres.
Y es que es eso, no quieres, ni querrás. No porque sean malos, incómodos de escuchar o engreídos. Es más cosa tuya y bien lo sabes.
No te gustan esas cosas; las cañas, el vino, ni llegar tarde a casa; mucho menos el baile, que dicho sea, lo intentaste, pero luego de amanecer en la calle a siete grados, pocas ganas te dejó aquello de querer vivirlo otra vez.
Desgraciado el que se atreva a decir que no sales de tu zona de confort, porque ya hiciste bastante dejando casa: tu máxima zona de confort.
Y recuerdas esa clase, donde el profesor dijo que las palabras eran nada y aún cuando te lanzaran un insulto tu sabías que ese sonido era nada.
Siempre he sido chica de casa, vengo de un país donde la convivencia familiar es importante, vengo de una ciudad donde cada fin de semana nos juntamos a comer o cenar, aún y cuando durante la semana pudimos coincidir en algun momento. Y más importante aún, vengo de una familia donde se me crío con amor.
Crecí entre mimos, palabras de cariño y confidencias. Crecí entre adultos, primos mayores y besos en los cachetes. No me dejaban quedarme a dormir en casa de amigas, todos los sábados era de ir a casa de los abuelos.
Me quejaba cuando era pequeña, pero llegó un punto en el que entendí lo que habían tratado de enseñarme durante años.
En momentos difíciles, de necesidad, de falta y de dolor; cuando sientes que todo sale mal, que no hay nadie con quien puedas correr y llorar, tu familia siempre estará allí.
Pero nadie te habló de los amigos, pero ojo, de los amigos de verdad.
Nadie te dijo que ellos eran la familia que estabas escogiendo por convicción.
Y ahora lo sabes, lo entiendes.
Pero te duele.
Te duele estar tan lejos y necesitarlos.
Y hoy que es sábado, esos días en que se supone debería estar en casa de mis abuelos tirada en el sofá, escuchando platicar a los adultos; estoy sentada en un café, a miles de kilometros y del otro lado del océano, donde el olor a dulce me está comenzando a marear.
Una pareja de amigos se saludan en la calle mientras los observo envidiosa.
La voz de Ed Sheeran me canta la historia de un chico que recoje las cosas de una persona muerta.
Es fin de semana y más que nunca extraño las risas de casa. Necesito volver a despertarme en mi habitación azul, esa que está llena de posters de anime y peluches de todos tamaños y formas.
Uno supone que luego de pocos meses viviendo en un país nuevo te acostumbras a las cosas nuevas, pero no siempre es así.
Y recuerdas las promesas de hace meses:
"salgamos"
"cuando quieras"
"para eso estamos"
"tomemos un café"
"quedemos"
"una cena"
"un Starbucks"
todo eran sonrisas, palabras actuadas, repetidas, huecas.
Todo eran saludos, preguntas del día, invitaciones que nunca se concretaron.
Y no los necesitas, lo sabes, ¿quienes son todos ellos? quienes sino un montón de desconocidos que coincidieron contigo. Un grupo de humanos con historias y mierda propia que no tienes por que soportar si no quieres.
Y es que es eso, no quieres, ni querrás. No porque sean malos, incómodos de escuchar o engreídos. Es más cosa tuya y bien lo sabes.
No te gustan esas cosas; las cañas, el vino, ni llegar tarde a casa; mucho menos el baile, que dicho sea, lo intentaste, pero luego de amanecer en la calle a siete grados, pocas ganas te dejó aquello de querer vivirlo otra vez.
Desgraciado el que se atreva a decir que no sales de tu zona de confort, porque ya hiciste bastante dejando casa: tu máxima zona de confort.
Y recuerdas esa clase, donde el profesor dijo que las palabras eran nada y aún cuando te lanzaran un insulto tu sabías que ese sonido era nada.
Siempre he sido chica de casa, vengo de un país donde la convivencia familiar es importante, vengo de una ciudad donde cada fin de semana nos juntamos a comer o cenar, aún y cuando durante la semana pudimos coincidir en algun momento. Y más importante aún, vengo de una familia donde se me crío con amor.
Crecí entre mimos, palabras de cariño y confidencias. Crecí entre adultos, primos mayores y besos en los cachetes. No me dejaban quedarme a dormir en casa de amigas, todos los sábados era de ir a casa de los abuelos.
Me quejaba cuando era pequeña, pero llegó un punto en el que entendí lo que habían tratado de enseñarme durante años.
En momentos difíciles, de necesidad, de falta y de dolor; cuando sientes que todo sale mal, que no hay nadie con quien puedas correr y llorar, tu familia siempre estará allí.
Pero nadie te habló de los amigos, pero ojo, de los amigos de verdad.
Nadie te dijo que ellos eran la familia que estabas escogiendo por convicción.
Y ahora lo sabes, lo entiendes.
Pero te duele.
Te duele estar tan lejos y necesitarlos.
Y hoy que es sábado, esos días en que se supone debería estar en casa de mis abuelos tirada en el sofá, escuchando platicar a los adultos; estoy sentada en un café, a miles de kilometros y del otro lado del océano, donde el olor a dulce me está comenzando a marear.
La familia siempre estara ahi, al igual que los reales amigos, que para contarlos basta una mano.
ResponderBorrarTu papá.
Muy cierto nena la familia es muy importante y siempre estará para uno. Aunque a veces no guste lo que los padres nos imponen, cuando estamos más grandes entendemos porqué lo hacían y de verdad que siempre es por algo bueno, como enseñarte a cuidar de tu familia y valorarla. Te quiero nena !!😙
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