Entradas

Mostrando las entradas de 2018

Otro año

Siempre me hago esto cuando trato de no pensar en ti.  Escucho canciones de Ed Sheeran que me hacen llorar.  Y me niego a sentir que te extraño.  Pero es así.  Tus fotografías no me bastan, ni el ligero recuerdo de tu voz,  que conforme pasan los años lo voy olvidando más.  Quisiera verte en la mesa de la cocina atareada con los regalos del intercambio.  Preocupada por la cena de navidad, por el regalo para mi abuela.  Quiero tenerte otra vez a mi lado, ese sería el mejor regalo de navidad. Ni celulares, ni zapatos, ni maquillaje, verte a ti al despertar el 25 frente al árbol,  eso es lo único que quiero y no puedo tener.  Es como saber que santa no existe a los ocho años y que los reyes ni siquiera llegan a la puerta a dejar algo en mis zapatos.  Y le vuelvo a dar play a la música porque solo así puedo llorar y recordar y tratar de sentirte cerca. ¿Pero sabes?, mi corazón grita, de impotenci...

Diciembre con D de Dolor

Cuando mi madre vivía nunca faltaba la comida en el refri. Sobre todo en diciembre, se llenaba de dulces,  chocolates y pasteles.  Mamá odiaba los colores fríos en los pinos y le gustaba ensuciarse el pants a la hora de arrodillarse y poner el paistle para el pesebre.  Cuando mi madre vivía poníamos una Hello Kitty inflable afuera de la entrada de nuestra casa, porque a ella siempre le gusto y le gustaba todavía más hacerme sentir como una niña a pesar de que tuviera 19 o 20 años.  Cuando mi madre vivía, la casa vibraba.  Era como si la casa se hubiese ajustado a su cuerpo y forma. A su sonrisa afectuosa, sus carcajadas que hacían eco en las paredes y el esfuerzo que ponía en tenerme contenta. La cocina siempre impecable para hacer los bolos de navidad. La mesa del comedor limpia y s u sonrisa mientras envolvíamos regalos para su familia y la de mi padre. Recuerdo que, cuando mi madre vivía, le reclamaba el porque daba regalos a gente que no los...

Piexeles

Pixel. Mi generación le tiene miedo a todo. A los likes de Facebook. Los mensajes directos de Instagram. Las solicitudes de amistades. Los leídos. Mi generación le tiene miedo a todo. A enamorarse. Porque en época de nuestros padres la cosa era más fácil: se gustaban, el “hombre” cortejaba, la mujer aceptaba y si les iba a bien al año o dos estaban ya casados. Pero ahora, verás, enamorase tiene un manual de los mas largo y con la letra casi tan diminuta como la que nos encontramos en el manual de nuestros nuevos iPhone. Si te deja el visto: no le gustas. Si te manda solicitud de amistad sin conocerse: tenle miedo porque es un puto/puta loca acosadora. Si no te deja mensaje de  buenos días  buenas noches  ya comiste Si no te mandó un meme Si no publica memes de indirectas amorosas. Mi generación le tiene miedo a todo. Miedo a confesar cuando alguien te gusta solo porque ya no lo puede llevar dentro. Pareciera que el expres...

Ganchos

Ya he colgado tu chamarra en mi armario. La sostuve entre mis manos una última vez y me forcé para no aspirar tu aroma. En vez de eso, la sacudí con fuerza por los hombros, la puse en un gancho y la colgué al final del todo. Junto a la pared helada de color morado. Donde viven las arañas y se junta el polvo y la humedad crece en invierno. Sí, ya he colgado tu chamarra. He liberado mis sentimientos, te he dejado a ti con esa carga. No te preocupes, se que no necesitas la chamarra de vuelta. Y los dos sabemos que ese reencuentro no se dará nunca más. Así que escribo esto para decirte que tu chamarra está bien cuidada. Será velada por ilusiones, por magia solitaria y por deseos inalcanzables. Ya puedo dar vuelta a la página, ya puedo olvidarme de ti. Porque "menos mal" he pensado muchas veces, "que no hubo nada": Ni un beso un abrazo un roce de manos ni mucho menos una caricia. He dado punto final a un capítulo secundario, de esos de relleno...

De domingos y gente guapa

Si te hablo de las luces. Me gustan: Como tú. Tocando la guitarra. Pensé que esto sería peor: Un suplicio. Pero corazón: te estás abriendo. Y me encanta  Me gusta Bajo La mirada Porque me ves Y veo que no soy invisible. No ante tus ojos. Gracias por abrirme paso a tu mundo. Por dejarme echar una ojeada mientras pasas la punta de los dedos por la cuerda de tu guitarra. Y haces una pausa.  Para un suspiro o un aliento placentero. Mientras la melodía suena y suena. Me doy cuenta de que si que me gustas igual de mucho. Y ese semblante concentrado que pones Y tu sudadera de color gris Y tus dedos largos y las venas que sobresalen de tus manos. El hueso de tu mano derecha El perfil de tu nariz El color de tu guitarra Y tu sonrisa... Todo tú: me gustas. Y esto no solo va de dulzuras. Me gustan tus miedos. Tus pausas. Tu sonrisa cuando quieres animar a otra persona. Tu forma de ingeniártelas  para arregl...

Mañanas de Mon

Son las dos de la mañana y no hemos parado de bailar. Ya siento el sudor en la parte baja del vestido pero a ti te da igual. Los giros que damos son dignos de un concurso, lo sé.  En ratos cierro los ojos, dejando que el taka taka taka de la salsa me llene hasta la sangre.  No llevo tacones, claro, de por si soy más alta, pero las luces de la pista y tu aroma me emborrachan.  Solo por eso vinimos a la boda de José, para echar pisto, cenar gratis y bailar un rato, que para discotecas no hay tiempo ni dinero. La voz de Mon Laferte grita con ganas y yo te miro directo a los ojos en el último giro: estás sudado, la corbata aflojada y sonríes, con tus ojos chiquitos; entonces suelto una carcajada y me paro en seco y te beso.  Me besas como en las pelis, me tomas de la cintura, te agachas y yo me aferro a tu cara, tan suave que la tocaría veinticuatro horas y de a gratis. Escucho aplausos, quizás son para nosotros o para la música que ha dejad...

Elio

Esta noche soy Elio.  Hundo la cara en tu prenda Me froto las mejillas contra esta. Por fin, por fin se a que hueles: Tabaco Café quemado Tierra mojada Hierba quemada Tronco húmedo También hueles a paz A vida Risas Sonrisas de lado Barba de tres días Ojos chiquitos cuando te ríes Parpadear rápido tres veces. Miradas fijas que quieren decir algo. Hueles mejor de lo que llegué a pensar.  Y tus manos, oh, tus manos, son un regalo de los dioses. Tus manos tibias, suaves, duras en unas partes, la manera en la que aproveché para acarícialas porque no sabría decir si eso se repetirá.  Así que entre saber a qué hueles y acariciarte las manos: me siento Elio. Con la diferencia de que tu prenda está encima de la mesa al lado de mi cama, porque no quiero que se le vaya tu aroma.

Tú: en viernes.

Estoy en la cochera de casa y llevo tu chamarra puesta.  Me apoyo contra el auto de color blanco y me cruzo de brazos.  Cierro los ojos y paso la nariz por la tela de color negro. No me queda, ni me cierra, pero me mantiene tibia. Por fin se a que hueles, por fin los dioses me bendijeron con tu aroma.  También con tus tres parpadeos mágicos Tu perfil mientras tocas la guitarra Y los dedos de tus manos que son ahora mi cosa favorita; no después de tu sonrisa claro y la manera en la que tus ojos se cierran cuando sonríes mucho. Suspiro y miro al otro lado de la calle, por la luz mercurial se ve la pelusilla de agua que cae sobre el pavimento. Y yo suelto otro suspiro, pareciera que el aroma de tu chamarra no quiere irse, tampoco mezclarse con el mío. Y es que no quiero. Quiero ilusionarme un poco más, abrazarla cuando nadie me ve y volverla a dejar encima de la mesa. Escucho las llantas de los autos derrapando, los grillos y a los perros de la c...

Date cuenta

Ya me cansé. Estoy harta.  Cansada. De estos juegos de millenials. De los likes, los compartidos Los vistos y las palabras cifradas. Estoy hasta los ovarios De los mensajes con doble sentido Del miedo Del prejuicio De las heridas Del tiempo. Estoy harta de las dudas. Del coqueteo artificial. De los screenshots. Las apuestas. La soledad virtual. Y el amor encerrado en una caja de metal. Harta.  De que mi ansiedad tome el control. Y de que la gama de azules de redes sociales Me ponga la soga al cuello. Así que hasta nunca, me despido. Búscame, si te atreves, en el café etnia. En los lugares que me gustan. O envíame una carta. O dedícame una canción de Agustín Lara, Bien sabes que me gustan. Pero si no, dame por perdida.  O puede en realidad, que yo hace mucho,  me rendí al buscarte. 

Muertos

Quiero morir en Ámsterdam. Con su frío de inicio de año. Sus mujeres de pelo blanco y  sus hombres con mandíbula perfecta. Quiero morir en Ámsterdam. Mientras veo la nieve por la ventana de mi casita de tres pisos. Mientras cierro los ojos, meciéndome en un sofá de color rojo vino; quiero morir escuchando las llantas de las bicicletas derrapando por la lluvia.  Quiero morir en Ámsterdam. Escuchando el golpeteo del agua en los canales, viendo a los turistas haciendo fila para los museos. Quiero morir allí, en mi habitación, la que está al fondo a la izquierda, la de puerta azul. Quiero despedirme en esa ciudad de arte, de frío, de humillación. En esa ciudad de magia, drogas legales, prostitutas iluminadas en neón amarillento y el olor a podrido de las calles. Si, quiero morir en Ámsterdam. Mientras suena la música de los Smiths en mi tocadiscos y alguna enfermedad me consume postrada en cama. Si, quiero morir ahí, en Ámsterdam, donde ellos do...

Depresion y otros sinsentidos

La cabeza se llena. Me quiero ir. Quiero compañía. Mamá no está. Papá es feliz. Estoy rota. Por amor. Por pérdidas.  Por muertes. Por heridas. Por silencios. Estoy vacía. Tengo el alma a tope. Mi espíritu es de oro. Inquebrantable. O me criaron pensando eso. No me dijeron que el espíritu: Se rompe. Se dobla. Es maleable. No me dijeron. Que la emoción. Se cuida: como al cuerpo. Y estoy llena. No tengo nada. El silencio. Aunque cliché: grita en mi cabeza. Quiero saltar. Dejarme ir. Quemarme la piel. Cortarme los pies. Quiero dejar de sentir. Quiero dejar de escuchar. Los gritos. Las voces. Los altibajos. ¿Así quieren que vaya a la oficina? ¿Que me vista de uniforme? ¿Que eduque a otros? ¿Así quieren que sea? Como dice mi tía paterna: escoge vivir y que el dolor se vea en tus ojos. ¿Eso quieren todos? ¿Eso quieren? Pues reviento. Reviento en pedazos. El fresco de la noche me lleva. La luz del ...

¿Mujer?

A mi abuela le asusta hablar de sexo.  Mi tía cree que las mujeres no pueden elegir. Que no podemos ser. Ni sentir. Ni luchar. La madre de mi abuela murió abrazándola. Mi abuela educó a mis tías con prohibiciones. A las cuatro.  Por igual.  La mayor de mis tías cedió. Pero se reveló. A mi madre le dio igual todo siempre. Nunca se dejó domar. Más o menos.  Mi madre me crió para ser una nena. Para vestirme como princesa. Cortarme el pelo de forma modesta. Mi madre me gritó cuando me rapé. Se espantó cuando me vestía de negro. Mi madre me educó para que mi novio pagara todo. Para que no me viera como una fácil. Para llegar Virgen al matrimonio. Me educó para maquillarme. Cerrar las piernas al sentarme. La educación que me dio mi madre fue un revoltijo generacional. Yo no tengo hijos, tal vez algún día los quiera. No estoy casada. No tengo novio. Ni novia. Pero puede que algún día suceda. Soy bisexual. ...

Premio de consolación

Te pido disculpas, porque si quieres, puedes irte todas las mañanas y estará bien.  Porque no nos pertenecemos. Somos estando juntos y es lo que importa.  Llevo el suéter color mostaza que te queda grande y las bragas de encaje negro, nada más para lucirme un rato.  Apagamos la luz del cuarto y por fin nos damos la libertad de abrazarnos. Tus manos recorriendo mis muslos, apretándolos, me hacen hundir la nariz en tu cuello.  Si se a lo que hueles tu.  Ceniza. Azúcar. Aftershave de cien pesos. Pero me pierdo, cuando tú boca se planta entre mis piernas, mi memoria está en otros ojos, en los que no encuentro deseo si no, calma, a quien quisiera dedicarle las palabras que te dedique al principio. No, a quien en realidad van dirigidas esas palabras.  Miro hacia la ventana, ha empezado a llover.  Cuando tu lengua me alcanza, cierro los ojos. No, no eres tú el que me tiene así, temblando, gimiéndole al techo, humedeciéndome la f...

Acuarela

Mientras hablas. Veo cómo salen colores de tu boca.  Eres todo verde montaña y azul de tormenta, gris de lluvia en septiembre. Sonríes y veo el verano, te ríes y se abre el blanco de los jacintos fuera de temporada.  Desde que pretendí no verte entrar, tu colisión de colores me atrajo. Pero bajabas la mirada de vez en cuando, alegando tus borrones, las veces que tuviste que tapar un error con un dibujo u otra capa de pintura.  Y yo me quedaba en silencio. Porque deseaba que lo vieras, las correcciones, el caos hecho belleza en tu piel, en tus ojos de noche y chocolate derretido.  Caos hecho arte. Heridas transformadas en cicatrices con forma de rosas.  Como no dices nada o creo que estás por decir algo importante, alargo las manos y las junto con las tuyas.  Veo la punta de tus dedos de color rosa bombón, morado como esas flores que te gustan y se me olvida el nombre y claro, azul, tú favorito. Se que no hablas, porque tienes mi...

Even Bech Næsheim

La música está en mi mente. Veo la escena a la perfección.  Y ese es el problema. Es solo una escena. Mi yo de otros universos paralelos debe estar igual de sola, pero seguro el color de sus sábanas son negras o rosas o verdes.  Si, es solo una escena.  Ni yo estoy en esa cama. Ni hay alguien mirándome mientras duermo.  Nadie me abraza, ni duerme conmigo.  Nadie se pregunta qué debe hacer conmigo mientras los fármacos me ayudan a su manera, pero mi exterior solo duerme.  No soy Even, no al cien.  Solo soy una escena.  En la que duermo con las cortinas apagadas porque me molesta la luz.  Donde los peluches y las almohadas extras me hacen entrar en calor.  Donde no hay nadie que me diga que no piense en nada, que durante el minuto siguiente vamos a: