Monterrey y Madrid también se escriben con "eme".
Para Marce: porque te
extraño y porque contigo la soledad Madrileña pesa mucho menos.
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Deslizo mi pulgar por la
pantalla de mi celular mientras veo las fotos de facebook de mis contactos.
Fotos de bebés, salidas a comer y sonrisas enormes empañan mi vista. Luego
pienso en la gente que me rodea; todos tan sonrientes, tan felices, tan “que
buena cerveza la del otro día”, “¿te gustó esa bebida?, la consigues en un
chino” y “pero que bien la pasamos la otra noche”.
Y no los envidio y tampoco
me hacen falta, solo me hacen añorarte, desear tenerte a mi lado para hablar de
lo que nos gusta; te quiero aquí para hablar de libros, de podcasts, de
spoilers y anime; te quiero a mi lado para contarte acerca de mis niños, de lo
mucho que se me desliza el pensamiento en ellos y lo poco que llevo al día mis
trabajos de la escuela; te quiero aquí…porqué eres tú, porque recuerdo el día
del funeral de mamá y cómo cuando llegaste y vi tu figura al lado mío me
arranqué a llorar. Recuerdo que me aferraba a ti y te abrazaba, te sentí tan
real, tan cercana; “bien” pensé en ese momento “ella sigue aquí, ella no me ha
dejado, es real, sigue aquí”.
Son las doce y treinta en
Madrid y se me escapan las lágrimas por ese recuerdo.
Pero tranquila, no te
angusties, también pienso en las tardes en aquella pizzería
¿Recuerdas el día
que fuimos y empezó a llover? llevabas una blusa de mezclilla y una diadema con
un moñito, ¿o era solo un moño? recuerdo como fastidiábamos a mis papás para
que pasaran por nosotras.
También recuerdo cuando me
dejabas tomarte de la mano y bendecir la comida (no le digas a nadie pero aún
lo hago yo sola).
¿Sabes? a la entrada de mi
piso, en el pasillo, cuelga un mini pizarrón donde tengo postales de Ámsterdam
y una de las fotos que nos tomamos el día de mi despedida; cuando me acerco a
tachar un día en el calendario o cuando cuelgo las llaves al llegar a casa veo
nuestra foto y suspiro o a veces sonrío y otras le doy un golpecito a la foto,
como recordándome que ambas existimos en el mundo de la otra.
Nunca me canso de pensar lo
agradecida que estoy por tenerte a mi lado; también agradezco a tu familia, que
te dejaban salir conmigo cada vez que me sentía mal, sobre todo luego de que mamá
murió.
Ni un solo instante, desde
que dejé nuestra ciudad, nuestro racho, he dejado de pensar en ti; menos se me
ha cruzado por la mente llamarle a alguien más “mejor amiga” (primero me
cortaba la lengua). Eres la única que se toma el tiempo de escucharme, ya sea porque estoy triste o porque me acabo de terminar de leer una saga entera de diez libros y tengo obsesiones muy intensas con los personajes; me dejas hablarte de todo lo que siento, de la soledad que me pesa, de la gente que no me agrada, de los perritos que veo en la calle y de los planes y sueños que estoy cumpliendo. Contigo puedo compartir esos papelitos amarillos manchados de tinta rosa que contienen un regalo, ese del que primero te hablé a ti y a nadie más.
Tal vez escribo todo esto
por el simple hecho de ser feliz teniéndote tan a la mano; unos golpecitos
rápidos a la pantalla de mi celular o una pausa extremadamente larga para
grabar una nota de voz me bastan por ahora para sentirte al lado mío.
También es que quiero que ya
estés aquí. Para enseñarte la pastelería que está cruzando mí calle; llevarte
por la Gran Vía, Puerta del Sol y el parque del Retiro. Quiero llevarte a mis
librerías favoritas, las tiendas de anime y manga que me conozco perfectamente
y los restaurantes que me gusta visitar cuando mi bolsillo anda holgado. Si se
puede, me gustaría llevarte a Toledo, incluso lanzarnos hasta Barcelona, ¿tú qué
opinas?, ¿lo hacemos?
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