Hello
Me asomo por detrás de la cortina y te veo a lo lejos. Es apenas una rendija abierta, no quiero que te des cuenta.
Te veo paseando por tu habitación con un libro en la mano, leyendo en voz alta.
Y me imagino tumbada en tu cama, escuchándote, riéndome mientras tratas de imitar a Hamlet y deseo con fuerzas no convertirme en Ofelia.
El vinilo de Lionel Richie suena en mi habitación y suspiro
¿Que se sentirá abrazarte, robarte un beso?
Cierro la cortina y me deslizo hasta la alfombra que cubre el suelo de mi habitación.
Sonrío como tonta, alcanzo mi cuaderno y te escribo algunas líneas, esas que jamás te diría en voz alta. Me dan escalofríos al escuchar la canción que sigue sonando y suspiro otras mil veces.
Podría esperar uno, tres, cinco años, con tal de hacerle caso al destino, a mi mazo de tarot regado en mi escritorio.
Esperaría lo suficiente si los dioses me dijeran que eres el indicado.
Me atrevo a ponerme de rodillas, de nuevo abro la cortina y entonces la veo.
Guapa, como siempre.
Con su pelo largo y zapatos bajos, lleva unos lentes de sol rojos y cuando la besas y la levantas del suelo, me duele el corazón.
Son tan felices, tan perfectos.
Me miro apenas en el espejo y se que no podría competir con alguien así. Jamás.
Los veo entrar a tu casa, luego veo como le abres la puerta de tu habitación. Y me escondo, porque no necesitas cerrar tus cortinas para que adivine lo que pasará.
Me concentro en mi cuaderno, escribiendo lo que jamás te diré, escribiendo lo mucho que apareces en mi destino y me pregunto si no serán ilusiones mías otra vez, si no seré una torpe por malinterpretar las cartas y los sueños y las visiones.
Me pregunto incluso, cuando estoy a punto de caer dormida, si algún día tendré el valor de decirte un simple hola.
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