Después.
Sabía que este era el riesgo de que volviéramos a la tierra. No ha dicho ni una sola palabra desde qume pidió que saliéramos a dar una vuelta. Llevo el carcaj oculto a modo de estuche de violín, nuestras marcas en la piel están ocultas y la magia lo más suprimida posible.
Nadie recuerda lo que pasó hace años, que estuvieron a punto de desaparecer. Cuando le pregunté a donde quería ir, pensé que diría que al lugar que por tanto tiempo llamamos hogar, pero no. Sabía que su obsesión por esta ciudad, por este país, tenía que ver con su madre y con nuestras aventuras, por decirlo de la manera más amable.
No parecía afectado por la falta de magia, ni por la ropa, ni mucho menos por fingir ser humano. Recordaba las líneas del metro, el tipo de moneda, cómo dirigirse a las personas, la comida, los restaurantes y su café favorito.
A mi todo me parecía muy dulce, muy basto, extrañaba la magia, los paisajes abiertos, los rascacielos empezaban a ahogarme. Lo único que me reconfortaba, es que en ningún momento me soltó de la mano. Había olvidado que en la tierra hay lugares donde los humanos pueden ser también libres.
Y yo no olvidaba a que habíamos vuelto, sabía que lo estaban poniendo a prueba. Sabíamos que era demasiado bueno, obediente, perfecto. Un líder que cualquier Clan hubiese soñado, pero no era feliz o lo era a medias. Por las noches, cuando deberíamos estar durmiendo, lo encontraba escribiendo en papel y con pluma, como antes. Otras veces lo escuchaba cantar las canciones que habíamos dejado atrás o se conformaba con mirar por la ventana con los viejos audífonos puestos. Y no es que yo ahora odiase la tierra, siempre he sido la mitad de algo, justo como él, pero cuando pasas tanto tiempo fuera, cuando todo se vuelve fácil, cuando tienes magia, la tierra podía perder su encanto.
Sabía que la decisión que había tomado había sido por nosotros, su pueblo y no por él mismo.
-Tayo, ¿estás bien?, ¿quieres que volvamos ya?
Me sorprendí un poco al escuchar su voz y me di cuenta que habíamos llegado al parque, que tampoco podría referirme a aquel lugar de esa manera. Aquí habíamos pasado una de las primeras noches de búsqueda, recuerdo la pequeña caseta abandonada donde pasamos la noche, el lago artificial, nosotros paseando y Maia molesta por nuestra actitud. Sabía que esas pruebas habían sido difíciles para él, pero yo no me arrepentía de nada.
-Lo siento, creo que he estado algo callado -dijo
Inconscientemente miré a ambos lados, como si tuviera miedo de que alguien saliera y nos atacara.
-Un poco, si, pero no pasa nada -me acerqué a abrazarlo por la cintura- ¿estás feliz de estar de vuelta?
Cuando se sonrojaba, volvía a ser el mismo Dylan. Era época de invierno en la tierra y el llevaba una chamarra verde, sueter y jeans negros, era todo como antes de irnos, como antes de la guerra. Seguía amando sus ojos, el vitiligo de su piel, su aroma y su sonrisa.
-¿Por qué me ves así?
Dylan escondió su rostro en mi cuello.
-No se que me pasa, es raro volver a estar aquí, Tayo, el tiempo en la tierra no se detiene por nada. Los humanos siguen actuando igual, comen, aman, sufren igual. Viven despreocupados, no tienen ni puta idea de todo lo que hacemos, lo que sacrificamos por ellos, lo que yo...hice por ellos.
-Amas la tierra, por eso lo hiciste.
-La extraño a veces.
Sabía que estaba llorando, pero no iba a detenerlo. Cuando estábamos en nuestro mundo...medio mundo, Dylan jamás perdía la compostura, aguantaba las reuniones, las fiestas, las conversaciones políticas, las críticas y las burlas que aún recibía de otros clanes, hablaba y se movía como un líder, como un hombre mayor. Pero la realidad era que aquí, donde nació, seguía siendo solo un chico, debía estar estudiando en la universidad, como yo pude hacerlo, deberíamos estar viviendo juntos, disfrutando nuestra vida, nuestra relación.
-Lo sé, te he visto en las noches escuchando música. Sabes que conmigo no tienes que ocultarte.
Habíamos crecido, al menos en tiempo humano, él ya no era el chico huesudo y desgarbado. Las horas de peleas y entrenamiento le habían hecho ganar músculo, casi me alcanzaba en altura y su pelo había crecido un poco, ya no era corto a los costados. Yo había perdido la cuenta, suponía que debería estar en la etapa de mis primeros veintes, no pude evitar preguntarme que habría sido de mis compañeros de carrera.
-Lo siento, es solo que siento que te traiciono cuando hago esas cosas.
-No me estás traicionando, tonto. Recuerda que para nosotros siempre va a ser así. Siempre viviendo con un pie en casa y el otro en la tierra. Y si soy sincero también extraño vivir aquí.
-Pero no podemos...
Suspiré y dejé que siguiera llorando en silencio. Las personas pasaban junto a nosotros sin inmutarse, empezaba a hacerse de noche y sabía que pronto empezaría a nevar. Sabía que nuestra visita tenía un sentido, era una misión, era poner a prueba a Dylan y tentarlo, ver que tan fiel era a su pueblo y el problema era, que como mestizos, nuestros corazones y almas siempre estarían partidos en dos, sería sencillo adecuarnos al entorno, viviésemos aquí o en casa, para nosotros no sería complicado. El problema era que tan fiel era nuestro corazón a la tierra.
-Lo sé, no podemos...
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