Empezando

Vengo a escribir un relato corto luego de años sin escribir nada. Por eso pensé necesario hacer una pequeña introducción. Siempre mis amigos y familia me han insistido en seguir escribiendo, sobre todo desde que me gradué de la EDE y mi depresión me impidió escribir y mis miedos al fracaso me recordaban que no valía la pena escribir si jamás iba a ser como las personas que admiraba. Pero todos los cambios que han sucedido últimamente...creo que merecen que vuelva a enamorarme de la escritura y que regrese con mas fuerzas. A todos mis amigos que me leen y me han dicho que escriba sin miedo: gracias. Hace rato tengo atravesado el mood romántico, así que decidí crear una historia donde mis protas reflejen un poco de drama y romance, lo que más me gusta. Este bonito texto salió de una jam improvisada de escritura y en un día festivo, gracias también por eso. Se que estoy algo oxidada pero por algún lado tenía que empezar. Ahora si, que empiece el drama y el romance tan bonito que me gusta escribir desde que tengo memoria. 


Llevo la bufanda atada al cuello, el pelo revuelto y el gorro hasta las cejas. Estoy esperándote afuera del café Koala, hace media hora que han cerrado y no me queda ni café ni cigarros para calentarme. El aguanieve ha dejado de caer, jamás ha hecho un frío así en esta ciudad. 

Pateo un poco el suelo de piedra para entrar en calor y cuando estoy a punto de quitarme los guantes para coger el celular de mis bolsillos, escucho tus botas resonando a lo lejos y te veo llegar. Alto, de piel color ámbar, ojos verdosos y con esa hermosa nariz que perfila tu rostro. Te saludo con la mano y no puedo evitar que el corazón me de un salto en el pecho, llevas el abrigo gris que mi madre te regaló la navidad pasada y la mochila de cuero café que te regalé por tu último cumpleaños. Siempre has dicho que odias parecer un estereotipo, pero tus botas de punta negra y el sueter de cuello de tortuga no te ayudan mucho. Cuando me sonríes y me saludas con un beso en la mejilla, tengo muchas ganas de besarte. 

Mentiría si digo que no recuerdo cuando empecé a sentirme así. Fue el día que nos conocimos en aquella fiesta a finales del verano, nuestra ciudad no era precisamente la más puntual para las estaciones y en aquel mes ya llegábamos a los treinta y cinco grados. Mis padres habían insistido en que fuera, el trabajo me estaba consumiendo y merecía convivir con gente de mi edad. Estaba sentada en una de las sillas de bambú y fumaba para ocuparme en algo que no fueran las personas a mi alrededor y las ganas de irme de aquel lugar. Entonces alguien nos presentó, ni siquiera recuerdo quien fue. 

-Este es Dani -ambos nos mirámos incómodos.

-Mucho gusto.

-Hola -te saludé con la mano-, Lila, mucho gusto. 

-Él también es escritor, ¿verdad, Dani?

-¿En serio?-me acomodé en la silla y sonreí. 

-Bueno -reíste y te pasaste la mano por el pelo- es solo un hobbie, pero lo disfruto mucho. 

Y con eso bastó. No nos paramos de aquellas sillas en toda la tarde, cigarro tras cigarro, compartiendo cajetillas y el encendedor, riéndonos de nuestros gustos tan diferentes y yo avergonzada por no entender la literatura clásica. 

Sí, ese fue el día que puedo admitir que todo empezó, porque cuando no te dabas cuenta, me paraba a mirar tus manos un poco más de lo que debía. Me fijé en tus ojeras, en los músculos que asomaban por tu camisa de manga corta, en cómo se te hacían positos en las mejillas al sonreír con ganas. 

Esa noche que volví a casa me fui a dormir pensando en lo raro que era el color de tus ojos; verdes, color miel a la sombra y dorados a la luz; hacía meses que no soltaba un suspiro antes de caer dormida. 

Empezamos a caminar y te pregunto que tal te fue. Te ves nervioso y lo sé porque inclinas la cabeza y te acomodas el pelo aún y cuando lo llevas perfecto. Balbuceas algo acerca de que el edificio no era el que te había dicho la asistente del editor, manoteas al aire y me rio porque yo soy igual, me quedo callada. Me hablas sobre el aroma a desinfectante que inundaba los elevadores, de los diez pisos que te parecieron eternos y de cómo todos tenían ojeras y un aura de no molestar detrás de sus escritorios. 

Dices que la asistente del editor tenía una pila de manuscritos en el escritorio y otras tres torres en el suelo, los rechazados o en espera seguramente.  Pasamos de largo la explanada, cuyas bancas están ocupadas por vagabundos o parejas de adolescentes metiéndose mano como excusa para mitigar el frío. 

Yo sigo atenta a tus palabras. Pasamos los restaurantes de antojitos y los puestos de champurrado. La gente va envuelta en sus abrigos o chamarras, llevan las manos llenas de compras de último momento aún y cuando faltan dos semanas para navidad. Hay vendedores ambulantes ofreciéndonos bengalas, cohetes, churros y chocolate caliente. 

Suspiro al pensar en el chocolate caliente de Madrid, en la nieve, en el frío que te cala aunque lleves miles de capaz de ropa, en los churros tan distintos a los nuestros, pienso en mis compañeros, en la escuela, en la vida que extraño...pero no digo nada. Sigues hablando y trato de no abrir la boca, ¿que pasará si te digo que estoy pensando en volver?, ¿que me dirás si te digo que tengo tanta nostalgia y nada parece tener sentido en esta ciudad para mi?, ¿que pasa si te digo que mis esperanzas son lo que me mantiene aquí, que tú eres la razón de que espere un poco más a irme?

-Solo tú...-susurro.

-¿Qué? 

No puedo evitar dar un respingo.

-Nada, nada, que tengo algo de frío -me quité el gorro y me lo volví a poner- que raro que sea tan tarde y siga habiendo gente en las calles, ¿no crees?

-Bueno, en estas fechas todo cierra hasta tarde. Ah, te decía, el editor parecía de esos viejos cochinos que comentan las fotos de cuentas falsas en facebook. 

Me paro en seco y suelto una carcajada, he dejado de prestar atención a lo que dices y ahora hablas de lo más raro. Te ríes conmigo y se que estás evitando decir algo más. 

-Pero ya en serio, ¿que te dijo al final?, ¿que decidieron?

Llegamos al final de la calle principal y el silencio se asienta otra vez, los autos han empezado a avanzar y tenemos que esperar al semáforo que se ha puesto en verde. 

Tienes la nariz roja y las pecas se te marcan por el frío, cuando el vendedor de algodones de azúcar te ofrece uno y me preguntas si se me antoja, lo que de verdad se me antoja es tomarte de la mano y ver tu reacción. Tal vez si me atrevo a decirte justo ahora como me siento y si tan solo tu sintieras lo mismo, soportaría la idea de seguir viviendo en este infierno de ciudad. Pero no hago nada, ni te agarro de la mano, ni hablo. 

Le pagas al hombre y mientras el vaho se forma a tu alrededor, me pregunto como no tienes frío, no llevas guantes, ni bufanda y tu suéter no puede ser tan caliente.

Abres el envoltorio transparente y me ofreces del algodón, sonrío y la lengua se nos pone de color azul. Te cuento algo de cuando era pequeña e hice un berrinche por un algodón igual y nos perdemos en una cháchara sin sentido. 

El sonido de pajarito que nos da tiempo a cruzar la avenida nos apura a caminar. Subimos las escaleras de la plaza, dejamos la fuente de Neptuno detrás y cuando estamos casi llegando a la Catedral, te detienes y por fin hablas. 

-Me han aceptado. 

Estuve a punto de escupir el último trozo de algodón de azúcar cuando solté un grito de emoción. 

-¡Lo sabía, Dani, lo sabía! -me apresuré a abrazarte con fuerza, una excusa para tocarte- ¿por qué no me querías decir?, ¡son las mejores noticias del mundo! tus padres van a enloquecer cuando les digas, sabía que te iban a aceptar, serían unos estúpidos si no lo hubieran hecho. 

-Sí, bueno, no sabía como decírtelo. 

Aún así se que algo te molesta, lo leo en tus ojos que me evitan. 

-Estás raro, ¿pasa algo? -carraspeo- nunca me gusta presionarte a que me cuentes las cosas, pero te conozco bien y se que algo te incomoda, ¿que más te dijeron?

Ya ha oscurecido por completo y las calles empiezan a llenarse de la gente que se dirige a los bares y antros. Te alejas un poco para tirar el palito del algodón de azúcar y tomas aire, soltándolo como si te costara respirar. Me quitó los guantes, guardándolos en mi bolsillo y te tomó de las manos, rogando en silencio que no te des cuenta de que estoy temblando. 

-Dani...

-Quieren que me vaya -me miras por fin. 

-¿Cómo?

-No se que voy a hacer, Lila.

-Un escritor, eso vas a ser ahora -me rio nerviosa.

-¡No me estás escuchando!, quieren que me vaya a la capital, el editor ha dicho que aquí no hay buen público para los escritores novatos, mucho menos si se trata de un primer libro, también las promociones y presentaciones se mueven mejor en la capital. Me han dado un mes para mudarme. 

He leído miles de historias en las que los protagonistas sienten que la sangre se les va a los pies o sienten que el mundo y todo se les viene encima, siempre creí que era una exageración, pero en ese momento sentí como todo el calor se fue de mi cuerpo. 

-¿Y que tiene de malo? -me tiembla la voz, me maldigo en silencio- no sé porque te sorprende, en nuestra ciudad no existe la cultura de las artes. Nos hemos peleado mil veces discutiéndolo. 

Bajo la mirada y no se porqué cierro los ojos, creo que para no llorar. Yo estaba a punto de decirte que me iba y ahora eres tu el que se va, ¿y te vas a ir así?, sin decir nada. No -pienso- la que no ha dicho nada soy yo. La que es una cobarde y una idiota y una inútil soy yo, la que siempre ha tenido miedo de sentir, de admitir que te quiere, de ser valiente y arriesgarse: siempre he sido yo. 

Entonces, mientras hago el ridículo esfuerzo de parar el llanto, siento tus labios fríos y pegajosos en mi frente y suelto un sollozo.

-Lila...

Abro los ojos cuando escucho mi nombre.

-Te cuento esto porque no pienso irme, no voy a irme de esta ciudad, voy a rechazar la oferta. 

-¡No puedes hacer eso, no puedes renunciar a tu sueño, Dani! -doy un paso atrás- si no te vas voy a odiarte para siempre, es lo más estúpido que has dicho.

Me odio por estar llorando, porque estoy feliz de que te hayan seleccionado, porque eres mucho más talentoso que yo, porque llevas años mejorando y te mereces todo lo bueno que esta vida y este mundo tengan que ofrecerte. No puedo ser tan egoísta, no puedo decirte que te quiero y obligarte a que te quedes aquí. 

Limpio las lágrimas con mi chamarra y veo la tela oscurecerse. Entonces, me abrazas con fuerza, hundes la cara en mi bufanda. 

-No quiero irme si tengo que dejarte atrás, Lila, te quiero lo suficiente para esperar otra oportunidad, una que me mantenga aquí...a tu lado. 

Me suelto de tu abrazo y tomo tu rostro entre mis manos, tus ojos se ven grises cuando es de noche, se que me tiembla cada centímetro de mi cuerpo pero no me importa, no me importa porque hace años que había estado esperando este momento, esta oportunidad, me quedaba dormida imaginando como serías tú el que me besara primero, como tendría que ponerme de puntillas para alcanzarte. Desde ese día de verano cuando nos despedimos e intercambiamos teléfonos, en las navidades, los cumpleaños, los fines de año, cada día que soporte las ganas de besarte, de gritar lo que sentía por ti, todas las veces que el miedo a volver a amar me reprimió, todo se borró de mi memoria por un instante, lo necesario para acercarme y ser yo la que te robara un beso. 

Y cuando me quitas el gorro para hundir las manos en mi pelo y me abrazas con más fuerza y no dejas de besarme, todo el miedo ha salido disparado a esconderse y nunca volver. 

-Los dos somos unos tontos, ¿verdad? -digo tomando aire y sonriendo

-Un poco, puede ser...

Nos reímos, tímidos, yo nunca he sido una experta en las palabras en voz alta, supongo que por algo se me da bien escribir. Me acaricias la mejilla,  inclino la cabeza en el hueco de tu mano y el tiempo ha dejado de correr. 

 Había estado esperando tanto que no me doy cuenta de cuando me he colgado de tu cuello. Te sigo robando pequeños besos y nos reímos sobre los labios del otro. El calor me vuelve al cuerpo y a partir de ahora el mundo y lo que venga después ha dejado de importar, porque ya no tengo dudas, porque cuando encuentras a la persona correcta para correr riesgos, el miedo se hace mucho más pequeño. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Inspirando

Off

Llueve con sol.