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Mostrando las entradas de abril, 2017

extraño

La extrañas: lo sabes. A ella y su vocecita juguetona, a la forma en la que te decía que te quería y te cuidaras.  Extrañas escucharla del otro lado del teléfono y puede que, aunque no lo admitas, también extrañas sus gritos. Pero más y sobre todo en momentos así: extrañas su voz; la voz con la que te calmaba, con la que sentías que no eras un estorbo o una carga y justo ahora quisieras tenerla contigo. Pero está muerta y ya no importa. Porque te sigues sintiendo huérfana, aunque sea una estupidez, aunque la gente se ponga del lado de él porque: “tiene que seguir su vida y ser feliz”, cuando tú sabes que ese “ser feliz” se resume en sexo y un par de tetas. Y te duele el pecho por aguantar el llanto y también por ya no tener una madre. Y sabes que el mes que viene te vas a esconder cada fin de semana, te encerraras en tu burbuja de plata a ver como los niños pasan de la mano de sus madres, a ver como los hijos compran flores en la calle y las tiendas se llenan...

Confesiones

Me bebo mi taza de café mañanero mientras desempolvo nuestras viejas canciones.  Digo nuestras como si lo hubiesen sido, pero en realidad son solo tuyas. Te las dediqué en mi mente por varios meses; era ponerles  play  y sonreír,  play  e ilusionarme. Ahora suena Pink Floyd. Esa guitarra con estática de fondo me hace querer confesar algo. Tengo muy buena memoria, ¿sabes?, pero siempre le miento a todo mundo, les digo que soy pésima para recordar nombres y fechas. Recuerdo cada una de las canciones que me has enviado. Recuerdo las pláticas tontas hasta la madrugada y tus desplantes infantiles que tanto me gustaban. Recuerdo también momentos muy específicos a tu lado: pequeños abrazos, risas, bromas muy pesadas y sonrojos (esos míos). Nunca te lo dije, pero hace unas semanas, mientras subía la cuesta que me lleva a casa, pasé delante de la cafetería que frecuento y me frené en seco. Había un hombre idéntico a ti. Lamento decir que era...

Números y modas

“Hipócritas” pensaste. Llevabas más de una semana viendo el home de tu Facebook lleno de videos, fotos y opiniones innecesarias sobre el número de moda. Trece: ponía una de tus excompañeras de univ ersidad. Trece: escribió tu prima; la de moral impecable. Y también: trece; escribió la hija de puta que te dijo en el sucio baño de la escuela que si eras emo por llevar el delineador negro tan llamativo aquel día. Y esos fueron los mismos años en que tuviste tu primera depresión; el año en que a tus profesores les importaba una mierda si apenas hablabas. El mismo año en que tus compañeros de salón te regalaron un apodo: “rara”. Los recordabas a todos. Ese par de cabrones que te decían lo gorda que estabas cuando subías las escaleras de la escuela. Recordabas tus libretas, allí donde hacías dibujos y escribías poemas de segunda: llenos de insultos con tinta de plumón rojo. También te venían a la memoria los que se robaban cosas de tu caja de lápices, los q...

Caesión

Te veo sentada sobre los guijarros. Tu andar indeciso, el balanceo de  tus pies sobre el agua, la forma en que se pega el vestido húmedo sobre tu piel. Veo las cortinas de laureles morados; te cubren silenciosas, egoístas; no te comparten.  Y tu piel me recuerda el color tostado de las castañas cuando las echo al fuego. Las pecas extrañas del color de la arena de Cozumel se extienden perdidas en tu espalda, tus brazos y nariz. Te deslizas sobre el agua como Ofelia;eres tan tú, tan vaporosa. Me quedo en la orilla del río; te veo los pies, me gustan tus talones cuarteados y tus muñecas llenas de cicatrices. Como siempre: no me miras; sigues sobre el agua, con los brazos abiertos y los ojos cerrados; como esperando a que las nubes que te regalan su sombra te lleven, esperando que algo te despierte de ese largo sueño. Entonces te miro desde lo alto. Tu piel se mancha del color de las hojas, se vuelve noche, se vuelve estela.  Tu vestido bl...

¿HWYF?

Me abrazo las rodillas y subo el volumen de la voz de Ed Sheeran que suena en mis audífonos. ¿A quién trato de engañar? yo no soy como ellas. No soy como esa muchacha con piel color canela; va de la mano de un muchacho lleno de pecas. Se paran en medio del camino y se regalan un beso. Ella le mira con los párpados caídos, adorándolo en el silencio de su mente. Yo no soy ella. La de esbelta figura y pechos suaves; de cintura contorneada y cabello largo. Soy otra. La que se sienta contra el árbol a escribir historias ajenas, irreales. Historias que jamás le sucederán. Ed canta: "¿como te sentirías si te digo que te amo?". Y escondo el rostro en mis rodillas, odio que la gente me vea llorar. Esa. Esto. Siempre he sido la que soy. Guerrera y no princesa. Amazona y no Diosa. Esclava y no musa. Soy la que recorrió los pasillos detrás de su reina, la esclava extranjera con talones partidos y manos maltratadas. La que arriesgó su vida en batalla para los favores ...

Canciones de Domingo

La Maga salió corriendo a buscar un palito que le lancé cuando vi por encima del grupo de chicos que tenía en frente. Madrid se veía a lo lejos: su Palacio Real, sus edificios y un cielo con nubes que parecían pintadas por un niño de cinco años. Cuando entré en aquel parque vino a mi mente la imagen de mi ciudad: La Estanzuela una mañana de Junio; pero en Madrid era Abril y Casa de Campo ahogaba sus propios sonidos. Las voces de la gente junto al lago no nos alcanzaban; el aroma a pasto húmedo, cerveza, limones, cebolla y pescado me parecían familiares. Todo parecía normal; en orden, en paz. Miré a la gente que tenía a mi alrededor: amigos...sí, quizás podría empezar a llamarlos así. Pero aquello me aterró. Me aterró porque no quería que me gustara Madrid. No quería encontrar lugares que me hicieran sentir en casa, me rehusaba a verle el lado bueno a esa ciudad. Prefería ver una fotografía en blanco y negro en vez del cuadro de La Habitación de Van Gogh. Entonces David Bowie...

El último pétalo de girasol

Tengo que despedirme de ti: mujer de los ojos de media luna. Sé que dijiste que no digo lo que pienso y puede que sea verdad. Así que por eso te escribo; porque huyo  y te quise y te sigo queriendo;  pero un poco menos  o puede que un poco más.  Y digo que más porque el día que llevabas ese vestido rojo me regañé en silencio por desear tocar tus caderas; por imaginarme abrazándote por la espalda, por pensar en besarte otra vez. Me freno y me pongo una máscara. Y te empujo, te repelo. Te obligo a que te alejes. No doy respuestas, ni las daré; y creo que es porque me provocaste cosas tan diferentes... Y con esto me despido, te entierro, te regalo un espacio en los casilleros de amores perdidos que hay en mi corazón. Con esto te digo todo, lo que pedías y preguntabas: pasó que te quise o te quiero, pasó que me gustaste y decir gustar me suena tan poca cosa comparado con lo que me pasa o pasaba al verte sonreír, al ver tus ojos haciéndose chiquitos c...

Monterrey y Madrid también se escriben con "eme".

Para Marce: porque te extraño y porque contigo la soledad Madrileña pesa mucho menos. ____________________________________________________________________ Deslizo mi pulgar por la pantalla de mi celular mientras veo las fotos de facebook de mis contactos. Fotos de bebés, salidas a comer y sonrisas enormes empañan mi vista. Luego pienso en la gente que me rodea; todos tan sonrientes, tan felices, tan “que buena cerveza la del otro día”, “¿te gustó esa bebida?, la consigues en un chino” y “pero que bien la pasamos la otra noche”. Y no los envidio y tampoco me hacen falta, solo me hacen añorarte, desear tenerte a mi lado para hablar de lo que nos gusta; te quiero aquí para hablar de libros, de podcasts , de spoilers y anime; te quiero a mi lado para contarte acerca de mis niños, de lo mucho que se me desliza el pensamiento en ellos y lo poco que llevo al día mis trabajos de la escuela; te quiero aquí…porqué eres tú, porque recuerdo el día del funeral de mamá y cómo cuando lleg...

Inicios con "A"

La mañana que desperté con rayos del sol en mi cara sentí mucho miedo; p rimero, porque vivía en un sótano interior y era imposible que entrara luz solar y segundo porque había un chico brilloso y semidesnudo durmiendo a los pies de mi cama. Busqué con los ojos a la Señorita D.: n o estaba.  La cama donde   ella dormía estaba impecable y fría. Le pique el trasero al chico con el pie y se despertó de un salto. –¡Hola! –dijo con una sonrisa y desperezándose– ya que has despertado deberíamos desayunar. ¡Nos esperan cosas divertidas esta semana! Me levanté de la cama, ignorándolo. Llevaba dos días sintiéndome extrañamente relajada, pero no ver a la señorita D. me ponía muy nerviosa, ¿y si se había perdido?, ¿y si me dejaba sola de nuevo?  Invité al chico a sentarse en una de las sillas altas de la mesa, le serví un plato de cereal con plátano y cuando me senté a su lado: sonreí; se veía adorable mientras jugaba con la fruta y los cereales de chocolate. ...