Nada de insomnio

Estamos tumbados en la playa y nadie nos molesta. 

Enredo mis dedos en tu pelo mientras las cuerdas de tu viejo ukulele le cantan al amanecer. 

La playa está vacía, solo fantasmas en forma de toallas azules separando el lugar en las tumbonas. 

Sonrío porque esto debe ser un sueño, tú, recostado y yo hundiendo la nariz en tu pelo. Cierro los ojos, los escalofríos suben hasta mi cuello y suspiro. 

Ojalá esto fuera real, quiero saber si hueles a café y tabaco; o puede que a té verde y pan tostado. 

Quiero pasar mis manos por tu cara, trazar tu mandíbula, sentir tu barba de tres días. Quiero sonrojarme y reírme y escuchar tu voz, porque sabes que si, te escucharía hablar de cualquier cosa, incluso dejaría que me leyeras tu lista de la compra, un cliché de adicción vocal. 

Pero trato de disfrutar el momento o el sueño. Hago un esfuerzo por ignorar tu rostro anónimo, tus ojos en blanco; aunque tu sonrisa habla, me gusta mucho; y me pregunto si ya habrás visto tu nombre en el baño del trece lunas, tal vez otras confesiones te habrán borrado. 

Y lo siento, por los silencios, por las llamadas sin contestar, por el dolor y por darme la vuelta en la cama y provocar que la luz del sol me despierte...




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