Flores rosas


Cuando vi las luces colgando de los arboles pensé en ti.

Me di el permiso de imaginarte sonriendo, de recordar lo borrosas que son las arrugas de tus ojos en mi memoria.

El olor de los buñuelos y cera de vela me dejaron caminar sobre el agua esa noche.

Pensé en tu sonrisa y empecé a verte en caras ajenas; ya cada aroma de madera me hacía sostenerle la vista más de lo normal al chico de la gorra gris y al del chaleco azul; puede que también al que iba en patines y llevaba lentes de pasta dura.

Dejé que mis voces las silenciara el vaivén del canal y que el aroma a leña quemada me encendiera la emoción.

Nada, no es nada, lo juro, nada de nada, ya déjame en paz.

Salí corriendo, mis pasos levantaban el agua; formaban un arcoíris nocturno.

Entonces los vi; me vi llorando, sintiendo, sonrojándome y lanzando suspiros ridículos a una diosa que le gustaba jugar con el corazón. Salté a tierra firme, al asfalto; pies en tierra.

Y me recibió un mar de desconocidos, chillidos de niños que exigían juguetes de luces y de nuevo el olor a buñuelos.

Seguía sola, sin daños, ni heridas, ni lágrimas; y tu estabas tirado en el pasto con las piernas cruzadas, gritándome para que te notara, para que tu emoción resaltara por encima de ese mundo, del ruido de los corazones rotos.

Cuando vi las luces del árbol reflejadas en el agua del canal, pensé en ti y en querer ponerle freno a las manecillas del mundo.


Para tirarme a tu lado y sintonizar el sonido blanco, nuestra propia estación, esa que no podrá descifrarse, será toda nuestra.

Tendré la oportunidad de correr en otro mundo, de abrir una mente nueva con alma vieja; porque sí, siempre fuiste un viejo a los ojos del mar de personas. Y yo me hacía el príncipe y te defendía en el sótano de mi casa mientras ignoraba los ladridos de mi perro.

Y hablaremos por turnos, con educación no proclamada. Cerraré los ojos y trataré de que no se me salga una canción que te diga todo; aunque lo que te diré será puro silencio.

Porque esto es nada; aunque esta nada se me quiere meter silenciosa, con esa ponzoña de cuento y ojos de diamantes rosas.

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