Canciones a las 12
No puedo evitar reírme.
Porque cantamos desafinados frente al mar de Cozumel.
Pero ni estamos en la playa ni puedo alcanzar a tomarte de la mano.
Te miro tocando el ukelele; riendo y lanzando anécdotas de cuando eras niño.
Yo te escucho atenta, porque tu voz me envuelve y me hace sentirme joven, más niña, más adolescente.
Y ahora me he puesto a cantar yo sola. Con el tono de Lafourcade. Trato de no sonrojarme, de no reírme como tonta.
Porque es cierto, prometí no volver a cantarle a nadie. No desde que aquel me lo pedía a distancia y aquella me lo rogaba por las noches.
Volvemos a cantar juntos; me tumbo en la arena, no hay estrellas esa noche.
Y no hacemos caso a la letra, no nos inclinamos, ni dejamos que la luna se esconda.
Ahí mismo, frente a ella, nos reímos y cantamos y eso es más fuerte para nosotros de lo que ningún beso podrá llegar a ser.
Y me quedo dormida escuchándote. Porque se que mañana, cuando amanezca y no estes, no tendré miedo. Seré paciente, y esperaré a que nuestros relojes se acomoden, que nuestras melodías suenen igual.
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