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Mostrando las entradas de mayo, 2017

Girasol nocturno

Te odio. Y ojalá pudiese decirlo con honestidad.  Busco excusas todos los días, en el frutero,  en el cajón de mis antidepresivos y también donde abandoné nuestras fotos.  Me esfuerzo, te lo prometo.  Pero no sé si es la mierda médica que me trago  cada mañana a las siete en punto o tu aroma a coco que me llega por las tardes.  No quiero definirte más,  ni dar pistas de quien eres.  Porque no vale la pena,  porque no gano nada y porque al menos,  entre mis letras  quiero que seas solo mía.  Y eso por decir,  pues no poseo nada en realidad.  Pero deja que hoy, en este momento, en esta noche que miro las flores que adornan tu piel;  que sonríes como si no fuésemos extrañas,  que tus muslos me susurran coquetos que los mire: deja que te sienta mía. 

Verdadella

Asi como estoy, medicada y con insomnio: vengo a hablar de ti. Porque se supone que la depresión te hace pensar cosas tristes; que te quieres morir, que no vales nada, que eres una molestia, un estorbo, un hueco buscando llenarse. Pero no, hoy mis letras quieren hablar de ti. De tu cara desmaquillada y con ojeras de color mora. De las muecas que pones cuando tienes sueño y la forma en la que sostienes el celular con las dos manos, luchando porque no se te caiga en la cara mientras tecleas de noche. Mis letras me piden que lo grite. Que te quise. Que te quiero. Que mejor me callo. Que no puedo mirarte a los ojos sin sonrojarme. Que no puedo pensar en ti sin echarme a llorar; porque siempre seré esta, la que te escribe, la que te anhela, la que no se abre a ser honesta. Seré aquella mujer asustada de enamorarse de otra. Me volveré un recuerdo, un negativo en los rollos de tu memoria. Porque se supone que la depresión te hace pensar cosas tristes, pero también te hace q...

foco

Afrontar  y         s  o l t a r es lo que tengo que hacer contigo. Huir como siempre no funcionó. El primer disparo dolió.  Será el primero de muchos por venir.  Pero debía apretar el botón.  Dejar la ventana o la puerta abierta. No para que entres, sino para que nos encontremos, nos hagamos conscentes de la existencia del otro.  Tú afuera o yo adentro, es perspectiva.  Y mis puertas ponen una cinta de "no pasar", de esas amarillas que ponen en las escenas de un crimen o un accidente de tráfico.  Y yo se que no las vas a cruzar  Gracias a mis errores.  Pero por algo se empieza, de una forma tenía que empezar a olvidar. volviendo a mirarte a los ojos escuchando tu risa, devolviéndote los gestos que me haces del otro lado de la calle o saludándote aunque me derrita en bochornos. Y si no mal recuerdo, por ahí en algún libro polvoriento de la...

caos

Puede que los extrañe  o puede que no, no sabría decirte.  Puede, también,  que me quite la cabeza  y la mande volando hasta Ámsterdam.  También, igual y en un ataque de locura,  me corto los pies y me sale una cola de sirena.  Puede, puede puede.  O puede,  que no pertenezca.  Que sea ciudadana del mundo.  No de España o México o Japón o Corea del Sur o Australia o los Países Bajos.  Entonces si se puede... que sea yo.  Mujer. Amante. Enamorada de los hombres. Enamorada de las mujeres de ella. Del imaginario.  Enamorada de las personas, no de lo que esconden entre sus piernas.  Puede que la que no está lo supiese.  "Es más que tu amiga" dijo una vez y yo lo oculté, le mentí.  Una muerta y una viva también tenían sus secretos. La viva los está gritando y la muerta se los llevó a la tumba.  Que sí, sí, sí,  Que sí, mamá: ella no es mi amiga.  No ma...

Ella

Lunas. Otra vez las medias lunas en sus ojos. En su carita bella, en ese acento que se le desliza rasposo sobre su garganta.  Otra vez ella, la chica del primer beso robado y los colores en su piel por la noche. Bonita. Perfecta. Ella. Tú. Esas son las palabras que vienen a mi mente cuando te veo.  Soy tan débil, tan obvia, tan cliché, que cuando te ríes me imagino deslizando la mano detrás de tu cuello, sintiendo como me roza la franela de tu camisa de cuadros; y me inclino a besarte y puedo sentir como sonríes. Me llega tu aroma a fruta y el sabor a mandarina de tus labios.  Pero no...soy cobarde, muy cobarde. Y me aguanto las ganas de decirte lo bonita que te ves, lo guapa que eres; lo mucho que extraño tus pucheros infantiles y tus voces de mimada; el ansia que me da volver a meter la mano debajo de tu blusa y acariciarte la espalda.  Aguanto las ganas de confesarte que me gustas más que antes. Soy una cobarde.

Jardín marchito

Los girasoles que prometí darte siguen floreciendo en mi pecho. No creo que pueda dártelos pues nacen marchitos. Ya no me crece un narciso en la costilla; ahora tengo los pulmones llenos de jacintos. Y aunque me da pena decirlo me temo que aún lloro tulipanes. Tú sigues ahí pintando. Pero yo ya no floto en el mar. Ya no veo los girasoles que planté para ti. Alguien llegó a sembrar rosales.

Ficciones impares

Nada de esto es real, nunca pasó. O puede que sea un secreto, un chisme, un recuerdo.  O puede que, como ya he dicho: esto no sea real. Veo a una chica andando por las escaleras. Tiene el cabello debajo de los hombros y lleva una chaquetilla roja. Veo a Rosana diciéndole que si es emo por el delineador negro que lleva ese día y que esa misma mañana la había hecho sentir bonita. Escuchó los susurros: "Se acostó con él". "Es una zorra. Una puta". "Sí, a mí también me contaron. Pobrecilla, esta obsesionada con él". La veo a a ella; no a la chica de la chaquetilla roja; a la otra, de la mano de él. Los miro y pasó de largo. Veo a los que eran mis amigos, de nuevo escucho susurros. Me veo sentada en el último piso de la prepa: ese donde nadie tenía permitido subir. Observo a todos desde arriba. Veo a mi madre preguntándome que me pasa y yo solo lloro. Sabía dónde se había ido a meter. Les mentí a mis padres, a mí misma, a los psicólogos. Pen...

60 días

Lo último que recordaba era que me había quedado dormida boca abajo en el sofá de mi piso. Cuando abrí los ojos, estaba en la habitación de mi tía Ruth; no podía ser otro lugar. El colchón firme y las sábanas blancas con florecillas de color rosa adornaban la cama. El abanico de techo con su clásico “tah tah tah” al estar girando. Las cortinas estaban corridas y no serían más de las tres de la tarde. Llevaba puesta una blusa blanca con flores bordadas en el pecho y unos pantalones cortos de mezclilla. Iba descalza y cuando me enderecé de la cama buscando mis chanclas, no las encontré. “Es cierto”, pensé “en verano me gusta andar sin zapatos y Mamá siempre me regaña”. Salté de la cama y abrí la puerta de color café. Sí, estaba en casa de mis abuelos. Frente a mí se encontraba la habitación de Mamá y Papá. La puerta corrediza del balcón estaba abierta y las cortinas transparentes bailaban al dejar entrar el fresco. Afuera se escuchaba el rumor de las ...

Pétalos de café

Mi amigo se acomodó los lentes y miró la foto. —Es guapa. —Es guapa —repetí— y no la soporto. Jonás suspiró y me devolvió el celular. —A ver, ¿tú has oído eso de que del odio al amor hay un solo paso? —Pero no es el caso, Jonás, en serio la detesto —apreté los puños—. A ella y su asqueroso perfume de coco y su ridículo cabello rizado —me recargué en la silla—. Voy a darme de baja en la escuela. Él se enderezó y casi tiró mi frappe y su café mocca. —Blanca, no jodas, no puedes hacer eso —dijo en voz baja— ¿vas a mandar a la mierda todo tu trabajo por esa tía? Puse los ojos en blanco y alcancé mi vaso. —Te recuerdo que no entiendo tus expresiones castellanas. —Mira, normalmente apoyo tus…, ¿cómo dice tu gente? ah, sí: pendejadas. Pero esta vez no —me quitó el vaso de la mano— no voy a dejar que abandones un sueño por nadie. Menos por una tipa que se te puso enfrente, te habló con ojos de gato medio muerto y dijo que estaba colada por ti. —No o...