Uno menos

Me gusta esconderme en esta pastelería, porque es tan familiar que ya parece una segunda casa.

Cuento las mesas todos los días, las tartas expuestas en la vitrina y las sonrisas que mis amigas les dedican a los clientes.

La voz de Sufjan Stevens me recuerda que me siento triste y que estar sola es siempre una mierda.
También me recuerda que ojala un dia me despertara siendo otra persona, siendo alguien mejor, alguien funcional, alguien capaz de ser amada y que el miedo no le llene el alma y le impida hacer cosas.

Me gusta esta pastelería porque si las paredes pudieran dibujar por arte de magia, mostrarían las tardes, las risas, las lagrimas y los besos que se han dado aquí, bueno, lo de los besos es mentira, aquí nunca bese a nadie, pero es porque no quise ensuciar la familiaridad del aroma a pan recién hecho, ni el sonido de la maquina de café a las cinco y quince de la tarde.

Siempre digo que quiero ser otra persona y nunca lo consigo.
Siempre digo que haré un cambio y el miedo me lo impide.

Pero hay días de luz, días buenos, días en los que me creo que puedo hacer cualquier cosa y que mi vida sería el acto primero de un musical para siempre.

Hoy amaneció siendo un día así, pero ya no más.

Porque me han recordado la pérdida y el dolor y la soledad y la jodida voz de Sufjan Stevens me lleva a la Italia de los años ochenta y anoche mi almohada olia a ella y dormi desnuda como lo hacia cuando estaba ella y ella y ella y ella y todo vuelve a ella.

Ojalá algún dia despierte siendo otra persona, con otra vida, otros recuerdos, otro cuerpo y otra alma.
Ojala ese otro yo tenga dos gatos y una cafetera que hace ruidos por las mañanas.
Ojalá ese otro yo no tenga tanto miedo y sea feliz.
Ojalá a ese otro encuentre esta misma pastelería.

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