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Mostrando las entradas de agosto, 2017

Agosto

Te sentaste al borde del asiento y la viste.  Su melena rebelde, esos rizos que lanzaban destellos dorados en las puntas, ahí donde el sol de verano se lo había aclarado.  Era el final del solsticio y el calor de Agosto te hacía gotear hasta por los antebrazos.  Más bien era su danza. Sus ojos cerrados, labios entreabiertos y una sonrisa a medio camino; te hizo sudar el movimiento de sus caderas, la risa que lanzaba cuando chocaba el cuerpo con el del resto.  Podía ser tuya, lo sabías, un sencillo empujón bastaría para tomarla por las caderas y acercarla a tu cuerpo. Un simple susurro en su oreja y un par de besos en el cuello que la convencerían.  Sí, era una reina. Lo supiste estando sentado al borde del asiento, en el momento en el que te convenciste de dar el primer paso. 

Co-incidencias I

La mañana que tomaste el metro treinta minutos antes te topaste en el vagón con un chico que llevaba una playera de Metallica.   La semana siguiente despertaste temprano y lo volviste a ver.  Marte, como le llamaban sus amigos, siempre tomaba el metro de la línea cuatro una parada más lejos de lo que debería; porque le gustaba escuchar música en si iPod y sentir que era parte de uno de esos videos de música cursis; aunque si era uno de Aerosmith no contaba como cursilería.  El viernes en la mañana se te hizo tarde, tanto que la puerta del metro casi te aplasta el tobillo cuando entras.  Nadaste contra los cuerpos de paja a tu alrededor y pistaste a alguien sin querer.  —Perdona —dijo la chica de cabello corto— es que con tanta gente es imposible moverse.  A Marte le hizo gracia aquella chica, con ese corte y sus ojos grandes parecía un niño de internado victoriano.  Era el chico de la otra vez, el de la playera de Metalli...

Ciencias

No soy poeta, mucho menos científico; no sé de rimas ni alejandrías, tampoco de átomos y ecuaciones. Podría decir que no sé nada de la vida. Podría decir que lo he aprendido todo. Lo que sí sé: es que soy es un ser humano; también amante; sé de dolor y experiencias, de besos y horas en vela. Sé encontrar en tus ojos dudas y aplacarlas, escuchar estática en tus pensamientos y hacerte reír para sintonizarlos. No soy un científico, ni psicólogo, ni sacerdote, ni filósofo. Aún así, te ofrezco lo que tengo: mis días silenciosos, esos donde lloro y escucho canciones tristes porque si. También mis días arrebatados, donde te muerdo tanto los labios que acaban rojos; mis días mimados e irritantes, mis momentos de enfado y melancolía, te entrego, si quieres: quien soy. No soy un mago, mucho menos un adivino; no sé de hechizos o maleficios, tampoco de visiones pasadas y futuras. Podría decirte, mi amor: te quiero.

Noche de eclipse

Estás noches me gustan; a su lado son un deleite.  En noches como esta ella hace que mi pulso se acelere. Hasta puedo sentir los latidos de mi corazón cantando en mi pecho y retumbando en mi almohada.  No es secreto que esta es un sustituto temporal. Porque su cuerpo junto al mío me hace falta al dormir. Y moldeó la almohada a mi gusto y casi puedo sentir su cintura; falta poco para dibujarle las caderas con la punta de mis dedos.  *** También las noches como esta me gustan.  Donde las dudas se anidan dentro de mis orejas y el miedo me taladra el corazón. Noches donde la oscuridad se me pega al cuerpo y sudo frío a pesar de las sábanas que tengo encima.  El deleite sigue, no te confundas. Porque en su voz escucho verdades y en sus suspiros me llegan besos. Su risa espanta las dudas y sus promesas escudan mi corazón.  Sí, me gustan las noches hechas mañanas y las tardes de madrugada. Me gusta el cliché del claroscuro y el que...