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Mostrando las entradas de febrero, 2018

Tuercas

No somos infinitos, tampoco constelaciones ni unicornios. Estoy parado del otro lado del océano, donde no hay calor por las noches. Somos mundos, los de siempre, cotidianos, sencillos. No nos molesta ser la mitad del refrán que nos repite la abuela desde que somos niños. Porque desde el mundo, nuestros mundos, se ve todo; somos el centro y el sol nuestro trono. En las noches prefiero ver la vía láctea que tardarme años esperando a venus estacionarse en mi circunferencia otra vez. Sumimos el mundo en una canción de Coldplay o Elliott Smith, también en una del Flaco y los tangos que se escapan de noche en algún pueblo. Yo sostengo mi caja de tesoros en la mano izquierda; dentro hay un lápiz, una libreta en blanco y una canica azul. Allá, de tu lado, no alcanzo a ver, no me llega el frío que dices que hace. Aquí, en mi mundo, solo hay sol y verano y si cierras los ojos huele a mar. ¿Te llega? Huele a nostalgia, a una chica que pasea por la orilla de la mano de su...

20 horas

Dormí veinte horas. Me gusta el olor de la mañana. Con todo y que suena a cliché. Porque huele a leña, navidad en Monterrey y las mañanas en las que me iba durmiendo en el Chevy de papá cuando me llevaba al colegio. Y recuerdo todos los días ponerme el uniforme con pereza mientras escuchaba música. Porque desde entonces hay días en los que el silencio me sobra, me ahoga, me ahorca. Cuando tenía nueve años recuerdo que tenía un amigo llamado Javier, el primer Javier de mi vida, lo juro. Era muy gracioso, tenía el pelo negro y rizado, la piel del mismo color que la mía y unos labios tan gruesos y chistosos que le impedían cerrar bien la boca. Recuerdo que nos sentaron juntos ese año y que nos reíamos no sé de qué y hablábamos de muchas cosas. Nunca se me dio bien hacer amistad con chicas, al menos no en esa edad, eran todas unas desgraciadas, esas niñas malditas; jalándome el pelo, llamándome gorda y robándome cosas de mi lapicera. Pero con los niños era más fácil, ...

p a u s a . . .

Sufjan Stevens. Es mala idea escuchar a Sufjan Stevens. Sobre todo cuanto te sientes solo, cuando quieres hablar con alguien y nadie escucha, no al cien, no con totalidad. Porque hay días que el monstruo de la ansiedad gana y otros en que el miedo le roba el primer lugar y otros...en donde la melancolía les ruega le cedan el puesto. Y la voz de Sufjan canta sobre amor y amor es lo que menos necesito ahora. Quiero coger el teléfono y llamar, y llamarla a ella. En días como estos, me hace falta, en semanas como estas; en las que quisiera hablar con ella. Y un extraño me mira del otro extremo del café pobrecilla, está llorando, ¿qué le pasará? Nada, me dan ganas de decirle por el pensamiento, nada...solo quiero decirle cosas a ella. Quiero ir corriendo hacia donde está y contarle quien es Elio y Oliver, hablarle de ese chico francés cuya cuenta candado de tuiter tengo dedicada. Quiero hablarle también, con muchas ganas de mi hijo, sí, sí, sí, de mi hijo, que es mío...

Otro día

Hoy es uno de esos días en los que despierto queriendo ser otra persona. No, mentira, no desperté queriéndolo. Estoy leyendo un libro, el prota lo dijo y me apetece ser otra. Me dan ganas de que sea Halloween y poder tener una aventura romántica. No, mejor quiero vivir en una de mis novelas favoritas, para que al final, luego de toda la mierda y el drama, mi final termine feliz, o abierto, pero con pistas de felicidad. Sí, que fácil seria vivir en un libro. Y la gente se empeña en decirnos que nuestra vida es un libro y nosotros somos los escritores, o nos consuelan diciendo que un ser omnipotente ya tiene todo escrito y dejemos que sea el quien nos escriba. Una mierda, todo es mentira. Ni yo estoy escribiendo mi vida, ni estaba ya escrita. Si fuese así, las cosas terminarían bien todo el tiempo. ¿O puede que si estén terminando bien? Hoy me ha dicho una profesora que me hará falta mucho curro para aprobar su materia. Ah, los profes y su manía de asustarn...