Terminamos en Ámsterdam.
No he vuelto a escuchar esta canción desde que fui a Ámsterdam. Y estoy pensando. Igual que aquella tarde en la banca. En la que el mundo se quedó en pausa y el frío de enero me traspasaba el gorro, cuando el agua de los canales golpeteaba contra el asfalto y las ruedas de las bicis pasaban salpicando agua detrás de mi. Si, esta canción no la escucho todo el tiempo. Solo en días, noches, horas y meses tristes. La escucho cuando recuerdo, para olvidar, para sentir. [—Es que no puedo, no soy capaz de cuidarte. —¡No te estoy pidiendo que me cuides! solo que estes ahí. Y me hundí en la vergüenza. —Ya no me pasa, te lo prometo, es cada seis meses, estoy en terapia, podré controlar mi ansiedad, te lo prometo. —No es eso, cuidé tanto de mamá cuando era niña que volver a cuidar de alguien más es imposible. —Me he emborrachado. Una sola vez. ¡Nunca lo hago! —Ya, bueno. No es solo eso. No se que quiero, n...